Destello de Myriam Chang

Procedimientos de remiendo

En el “todo” del título del Congreso encontramos una generalización poco usual en el psicoanálisis en tanto su experiencia es del uno por uno. No obstante, su sentido apunta a una condición inherente a la del sujeto hablante, para el cual no hay posibilidad alguna de despertarse, en términos de Esthela Solano-Suárez, “porque no podemos salir de los efectos de sentido con los cuales construimos nuestro pequeño mundo.”[1] Lacan recalca este efecto del sentido cuando indica que “lo Imaginario no deja de ser lo que es, a saber: d’or”[2]. Que homofónicamente implica un “qu’il dort”: lo Imaginario duerme al hablante, pues en lalengua, el soñar no tiene solamente esa propiedad de estructurar el despertar, también estructura, dice, la rève-olution, es decir, el readormecimiento aunque sea cataléptico.

También el encuentro contingente despierta y, en ocasiones según la magnitud de la violencia, puede hacer trizas la felicidad del hablante. La mala hora, la desgracia, introduce la idea de un real que hace trauma en tanto instala un agujero en el tejido fantasmático de la realidad.

En el relato del atentado del 7 de enero de 2015, que Philippe Lançon realiza en su libro “El colgajo”[3], el periodista inicia el 4º capítulo diciendo: “Eran las 11.25, quizá las 11.28. El tiempo desaparece justo cuando querría recordarlo con la precisión de segundos, como un tapiz hilado por una parca llamada Penélope cuyo conjunto dependiera de la menor puntada. Todo encaja pero todo se desmonta”.

En el instante previo todos reían de una broma. En el instante siguiente una serie de detonaciones seguidas de gritos instala en el autor, un sentimiento de desconcierto. Al igual que Freud ante la Acrópolis, cuyo fallo de la memoria J.-A. Miller analiza en uno de sus cursos[4], lo primero que aparece como un primer nivel de respuesta es una duda sobre el Otro, un cierto grado de incredulidad que lo barra (Ⱥ), y Lançon se preguntaba si serían unos chavales, alguna inocentada, para inmediatamente percibir “algo”. No sólo la imaginación –dice– se ve superada por el acontecimiento violento, también las propias sensaciones, creando un efecto de aislamiento en el sujeto.

“Todavía era incapaz de determinar la naturaleza de ese algo, pero sentía cómo iba adueñándose de la sala, anunciado por los ruidos y los gritos, y ralentizando absolutamente todo en mí y a mi alrededor, creando el vacío y la suspensión”.

De hecho, duda de la expresión “pensé” no la encuentra adecuada como palabra, “pues no fueron sino una sucesión de visiones”, que por su descripción son casi alucinatorias.

Tendido en el suelo ya herido pero sin percatarse aún de sus heridas, “Abrí un ojo, dice, y vi aparecer al otro lado, debajo de la mesa, dos piernas negras y el extremo de un fusil que, más que moverse, flotaban”.

En la percepción, a diferencia de Merleau-Ponty que supone una reversibilidad entre el adentro y el afuera, una armonía entre el objeto percibido y el sujeto que percibe, Lacan habla por el contrario de disarmonía.

“En relación a esta reversibilidad imaginaria, lo que Lacan ha llamado objeto a hace mancha, de la misma manera que el sujeto barrado hace agujero. En los análisis que pueden parecer a veces de estilo fenomenológico a los que Lacan se entrega, se introduce siempre, con el objeto a, una disimetría que hace obstáculo a la reversibilidad, y con el sujeto barrado, un desequilibrio, un contratiempo, disimetría y desequilibrio que llama siempre a la función de un velo que esconde.”[5]

En el ser hablante, el aparato que Freud llama “psíquico” y que Lacan esclarece es de lenguaje, su función defensiva es altamente eficaz en su confrontación con lo real.

Como bien se dice en el prólogo de “El colgajo”, ponerlas por escrito es una buena manera de entender algunas cosas. Incluso si al final no se logra desentrañar por completo el misterio, sí se puede obtener iluminar alrededor las zonas de sombra. Para el autor, en este libro se trata, en efecto, de un esfuerzo de reparación, arte del zurcido, trabajo de remiendo del tejido de su historia desgarrado por el acto terrorista. Seguramente para conseguir volver a dormir, aunque tras un acontecimiento de tal desmedida, el hablante sólo consiga dormir en un lecho menos cubierto de adormidera. Un sueño cataléptico como dice Lacan.


[1] Solano-Suárez, E. “Delirios y despertares. Una lectura estructural del delirio”, Rv. digital Virtualia nº 42, año XVII, mayo 2023, p. 18.

[2] Lacan, J. El seminario, Libro 21, Les non dupes errent. Clase 10, del 19 de marzo de 1974. Inédito.

[3] Lançon, Ph. “El colgajo”, Ed. Anagrama, 2019.

[4] Miller, J.-A. Cursos de la orientación lacaniana. Silet, Lección XX, del 7 de junio de 1995. Inédito.

[5] Miller, J.-A. Silet, Lección XX.

Myriam Chang. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP.

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