«DESTELLO» DE MARINA RECALDE
Armar un cuerpo
Puesta a pensar algunas cuestiones que se desprenden del título de la próxima VIII Conversación Clínica “Cuerpos y bricolajes”, lo primero que llamó mi atención fue una frase, extraída del bello argumento: “Lejos de patologizar estas prácticas, se trata de poder investigar acerca de sus usos, siempre singulares, de corporizar al sujeto. Si el cuerpo levanta siempre campamento hay algo que hace siempre síntoma, que no anda de forma definitiva y que hace sufrir al sujeto. Con la ayuda del analista, algunos sujetos logran un feliz hallazgo que les permitirá encontrar un arreglo para mantenerse en la existencia”.
Inmediatamente pensé: finalmente, ¡ello es válido para todos! Más allá de lo trans, del tipo clínico hombre o mujer, de los tatuajes o las delgadeces extremas, el cuerpo siempre ha sido algo con las que arreglárselas.
Entiendo que la tensión entre lo que es del orden del significante y lo que no lo es, es la problemática central del psicoanálisis. Ya en Freud encontramos numerosas referencias a esta cuestión. Entre todas, elijo una Carta, que siempre me ha hecho trabajar mucho. Es la Carta que envía Sigmund Freud a Wilhelm Fliess, quien como es sabido fue una gran influencia para Freud, y con quien mantuvo una extensa y riquísima correspondencia entre 1887 y 1904. Es una carta fechada el 3 y 4 de enero de 1899. Extraigo el párrafo a mi entender crucial: “A la pregunta ¿qué sucedió en la niñez temprana?, la respuesta reza: Nada, pero estuvo presente un germen de moción sexual” (…) Y más adelante: “Después, he aprehendido un nuevo elemento psíquico que concibo como universalmente significativo y como un grado previo del síntoma (todavía anterior a la fantasía)”.
Es decir que todo lo que viene después de esa “nada”, pero con la moción sexual, es una respuesta a ese agujero, podríamos decir, constitutivo del ser hablante. Y que antes del síntoma, antes aun de la fantasía, tenemos un elemento psíquico, y que podemos ubicar como el trauma, el agujero constitutivo. La significación vendrá después. El armado del cuerpo, también. Pero ese agujero, esa “nada” constitutiva persiste, y la significación encuentra su tope: algo resta. Como se ve, ya en 1899 tenemos esta tensión entre lo que a partir de Lacan podemos llamar significante y pulsión y que en Freud podremos llamar libido, la exigencia pulsional.
Y entonces estará, como troumatisme podríamos decir, esa nada primera. Y vendrá la defensa (o el sentido) y por último la patología, es decir, el síntoma.
Es decir, es sobre esa “nada” primera, sobre la cual se edificará todo: el cuerpo, la sexuación, los síntomas, el fantasma…
Un análisis finalmente permitirá “desandar” este camino, permitiendo despejar esa lalangue singular, hecha de fonemas que percuten el cuerpo. Y eso despejado, al final del recorrido, puede volver a enlazarse, inventando un nuevo modo.
Lo comprobé en mi propio caso, cuando el armado de un cuerpo de fisicoculturista me llevó a un agotamiento en el intento de armarme uno, viril y falicizado, con el que sin embargo no lograba tener una relación que no me mortificara. Y hubo que hacer todo un recorrido para poder armarme un cuerpo de mujer, fallido por cierto.
Lo compruebo en las curas que dirijo, con estas nuevas modalidades de intentar hacer con ese goce no negativizable, constitutivo, que empuja al armado de un cuerpo sexuado, a veces con muchas dificultades e incluso sin pasar por el falo.
Porque en definitiva, siempre hay algo del cuerpo que perturba, que anda solo y que molesta. Y será el análisis el que posibilite un nuevo arreglo que permite un nuevo uso ya no al servicio de ese goce que muchas veces lleva a lo peor.
Tal vez finalmente se trate de eso, de llegar a ese punto donde, como dice el poeta, se alcancen las “inseguridades definitivas”(2). Bello modo de nombrar un arreglo contingente, que permita una cierta nueva plomada para no salirse fuera.
(1) Freud, S., «Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950 [1892-99])«, en O. C., vol I Amorrortu, Buenos Aires
(2) Juarroz, R., Poesía vertical, Sexta poesía (1975)
Marina Recalde. Psicoanalista. Licenciada en psicología. AE (2013-2016). Analista Miembro de la Escuela (AME).
«DESTELLO» DE JULIO GONZÁLEZ
Un dolor migratorio
Desde que Carla tiene cuerpo, éste se manifiesta como un dolor insoportable al que ella misma denomina “dolor migratorio”, pues migra a lo largo del cuerpo sin quedar definitivamente localizado en ningún lugar.
Es también un “dolor disociado”, pues si por ejemplo va al médico y éste le palpa algunas zonas corporales, éstas no le duelen en el momento, sino más tarde.
Desde niña tuvo diversas molestias y problemas corporales que le llevaron a pelearse “sola” con los médicos, si bien siempre le acompañó la vivencia de no tener un cuerpo y que debajo de sus zapatillas no había nada.
La no apropiación de la imagen corporal dejó desnudo un “sistema nervioso hipervigilante”.
Carla descubrió el cuerpo haciendo terapia EMDR -siglas que en español significan Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares-, también entonces se le reveló el hecho de haber padecido de abuso sexual en la infancia. En la actualidad sigue realizando esta terapia para tratar de construir un lazo que sostenga su cuerpo.
Lacan en El fenómeno lacaniano [i] señala que el cuerpo es un agujero. Agujero que en el caso de Carla muestra una ausencia real de borde simbólico.
Carla nos revela la inexistencia del cuerpo propio. El cuerpo no se constituyó como lugar de inscripción de los significantes. El significante no se inscribió componiendo la superficie del cuerpo y produciendo la alternancia entre pérdida y recuperación de goce. En su lugar lo que aparece es el acontecimiento de cuerpo sin ninguna mediación, es decir, este dolor migratorio que da cuenta de la “vibración de algo corporal que no puede ser situado en ninguno de los elementos del organismo que componen el cuerpo”[ii] .
[i] Lacan, J.; “El fenómeno lacaniano”, en Uno por uno nº 46. Ed. Eolia, Barcelona 1998
[ii] André Vieira, M. “Un cuerpo suspendido” en El cuerpo hablante. Grama ediciones. Buenos Aires 2015. p. 31
Julio González. Psicoanalista. Psicólogo Especialista en Psicología Clínica. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Analista Miembro de la Escuela (AME) de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
«DESTELLO» DE ELENA ESTHER GÓMEZ
“Hacerse un cuerpo en la adolescencia”
Con Lacan entendemos la pubertad como un despertar[i] a lo real. La irrupción de los cambios somáticos es pensada como la irrupción de lo real del cuerpo, que el adolescente no puede impedir ni dominar. Es la irrupción de un goce del cuerpo para el cual el sujeto no tiene palabras con las que responder. El despertar de la pulsión por lo real biológico, se acompaña además de la definitiva represión del objeto parental como objeto sexual. La adolescencia entonces, es un momento en el que el sujeto tratará de llevar a cabo diferentes invenciones y bricolajes para intentar arréglaselas con ese agujero que la sexualidad produce en lo real.
La puesta en juego de su cuerpo va a depender de la manera en que el lenguaje les sirva o no para defenderse de un real que va a producir sentimientos de angustia, hastío, soledad, vergüenza y también agresividad. La adolescencia es una etapa de fragilidad, pero también de invenciones y creaciones. El adolescente se tiene que ocupar de anudar lo real del cuerpo con el lenguaje y encontrar fórmulas que le permitan acomodar ese desasosiego.
Que lo consiga va a depender de diferentes variables, entre ellas, su historia personal y la capacidad de su entorno para proponer los límites necesarios para refrenar el goce. Cuando los límites faltan, a veces el adolescente los busca en la superficie de su cuerpo; comprueba sus propios límites físicos, los pone en juego, por ejemplo a través de marcas como pueden ser los tatuajes, piercings, escarificaciones, etc. con los que trata de introducir referencias con las que localizar un sentimiento de identidad.
Al exilio fundamental que el sujeto padece por el hecho de situarse en el lenguaje, hay que sumar el exilio al que el sujeto se enfrenta debido a lo real de la pubertad, el exilio de su cuerpo de niño y de las palabras de la infancia. Los adolescentes se alejan de la lengua de la infancia que les permitía sostener una identificación constituyente de su ser y compartir su sentimiento de vida con los que estaban a su alrededor. Por ello “deben inventarse su propia solución, su propia obertura significante hacia el mundo”[ii], su manera de nombrar su cuerpo y el mundo. Por nuestra parte, los adultos, debemos saber estar ahí y acompañar de manera adecuada a los adolescentes en su relación con el lenguaje.
[i] J.Lacan “Prefacio a El despertar de la primavera” 1974, en Otros Escritos. Buenos Aires. Paidós, 2012, pág. 588
[ii] P Lacadée “El despertar y el exilio” Gredos 2010, pág. 177
Elena Esther Gómez Santoyo es Psicoanalista en Santander. Psicóloga General Sanitaria. Socia de la Sede de Bilbao de la ELP. Coordinadora del Grupo de Investigación sobre Psicoanálisis y Prácticas Educativas de Cantabria.
«DESTELLO» DE SANTIAGO CASTELLANOS
Abrazaderas y bricolajes
El cuerpo está presente en la enseñanza de Lacan desde 1936 con el “estadio del espejo”, reformulado en 1949.
Tal y como Lacan, inicialmente, presenta su estadio del espejo, la imagen corporal total con la que el sujeto se identifica tiene valor de vida. La imagen encarna la fuerza vital que en el futuro será el sujeto, es una matriz, una función esencialmente vital.
Esta formulación será modificada posteriormente en su texto “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” en el que reserva al significante del Nombre del Padre el aporte de seguridad y sentido de la vida. Encontraremos un índice fundamental para pensar la constitución del cuerpo y las consecuencias de la forclusión del Nombre del Padre como “un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto”[1]
El cuerpo no es un don de la naturaleza. A diferencia del organismo, es un producto transformado por el discurso. El organismo del viviente deviene cuerpo sintomático y pulsional en el ser hablante porque el lenguaje lo desnaturaliza, lo modifica y lo afecta.
En la enseñanza de Lacan hay un recorrido que puede leerse considerando la relación que se establece entre el lenguaje y el goce, para dar cuenta al final de su enseñanza de que el ser hablante no es un cuerpo, sino que tiene un cuerpo, porque la pérdida de la naturalidad es algo constitutivo al ser humano.
Este cambio de perspectiva supone que para que haya goce es necesario el cuerpo, el cuerpo vivo. Si el significante introduce una pérdida de goce, de ordenación y pacificación, al mismo tiempo es causa de goce y tiene una incidencia que afecta el cuerpo.
Un cuerpo que habla y que goza: “un cuerpo es algo que se goza”[2] y el ser hablante habla con lo que tiene, es decir con el propio cuerpo.
En cualquier caso, la reintegración del lenguaje en el cuerpo no está asegurada de antemano. Podríamos decir que no opera eficazmente en las psicosis, en las que el cuerpo está permanentemente amenazado de estallar, no se sostiene.
Es en la esquizofrenia donde los fenómenos del cuerpo propios de la psicosis son más acentuados, pero también encontramos en la paranoia la experimentación de la vivencia del cuerpo como ajeno, amenazado por el goce del Otro. El goce no deja de retornar sobre el propio cuerpo aunque esté localizado en un perseguidor externo.
El psicótico tiene que hacer verdaderos esfuerzos de invención para mantener el cuerpo como uno. La respuesta del sujeto, ya sea a través del delirio o de otras soluciones o identificaciones imaginarias tienden a recomponer su propio mundo y también el cuerpo en tanto cuerpo propio.
Hay una gran variedad de soluciones que encontramos en la clínica. Como la de aquel paciente que podía hacerse un cuerpo bajo el “uniforme” de los “cuerpos de seguridad del Estado” que le daban un andamiaje mínimo, aunque frágil e imaginario. O la de aquellos que encuentran en la escritura una solución para evitar el estallido y la fragmentación del cuerpo imaginario. La de aquella paciente que encontraba en la música y el escenario el lugar en el que la imagen corporal se recomponía a través de la mirada del otro. La de aquel paciente que encontró en la práctica del budismo una forma de hacer ensamblajes entre su mundo “lenguajero” y el cuerpo. La de aquel joven que encontró a través del tatuaje ciertas delimitaciones de un cuerpo que se descomponía y que le funcionaba como un cosido de la superficie corporal. Muchas soluciones y bricolajes a partir de los hallazgos que podemos encontrar en una clínica singular.
Miller lo subraya con claridad: “El desorden más íntimo es esta brecha en la que el cuerpo se deshace y donde el sujeto es inducido a inventarse vínculos artificiales para apropiarse de nuevo de su cuerpo, para “estrechar” su cuerpo contra él mismo. Para decirlo en términos de mecánica, necesita una abrazadera para aguantar con su cuerpo”[3]
Esta abrazadera –independientemente de la invención de que se trate- ya sea una psicosis desencadenada o no es una posibilidad a construir en una clínica bajo transferencia.
[1] Ibídem, p. 540.
[2] Lacan J., El Seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 32.
[3] Miller, J.-A., Freudiana nº 58, “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, p. 19
Santiago Castellanos, psicoanalista y médico. Miembro de la ELP y de la AMP. Docente de la Sección Clínica-Nucep Madrid (ICF).
“DESTELLO” DE HEBE TIZIO
Una doble fascinación
Tal vez había que empezar a desprenderse de la poderosa fascinación que obedece a que sólo podemos concebir la representación de un ser vivo en el interior de un cuerpo».
Jacques Lacan, El seminario, libro XVI, De un Otro al otro
La fascinación que surge de tener un cuerpo nos hace esclavos de una lógica adentro -afuera tributaria de la topología del saco. Por fuera el sujeto por dentro las pulsiones …
Para trabajar el tema del cuerpo hay que tratar de desprenderse de esa topología del saco que muestra hasta que punto captura la imagen especular unificante.
No es fácil hacerlo, la psicología no es otra cosa que la imagen confusa que tenemos de nuestro propio cuerpo.
Por eso en La Tercera Lacan señala que no hay la menor esperanza de alcanzar lo real por la representación dado que la base de la función de representación es el cuerpo.
Capturados por la imagen del cuerpo corpo-reificamos el mundo, lo hacemos cosa a imagen del cuerpo.
Tenemos un cuerpo, no somos un cuerpo. Pero el cuerpo y los órganos no son fáciles de tener por eso se recurre a las soluciones típicas, las que da el campo de los discursos que dicen lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. De allí la importancia de la educación. Pero no todos toman las soluciones típicas y esta hipermodernidad deja más en claro la existencia de soluciones no estándar. Así la hipermodernidad permite la investigación de otras soluciones y ayuda a salir de la fascinación de lo estándar que se confunde con la inexistente normalidad.
El cuerpo, el goce del cuerpo no es anterior al significante, por eso el sujeto no es un cuerpo. Lo tiene y “Los cuidados prodigados o no a ese cuerpo denotan el valor inconsciente que se le atribuye.”
Lacan,J. p. 259-260
Lacan,J. Seminario XIII.Paidos.Buenos Aires.p.147
Lacan,J. “La Tercera”. En: Intervenciones y textos 2. Manantial. Buenos Aires. 1988.p.82
Lacan,J. “Conferencia en Ginebra” En: op.cit.p.118
Miller,J-A. “La invención psicótica”. En: Virtualia 16. www.eol.org.ar/virtualia/016
Miller,J-A. Sutilezas analíticas. Paidos. Buenos Aires.p.284
Hebe Tizio es Psicoanalista en Barcelona. Psicóloga especialista en psicología clínica. Doctora en Psicología. Miembro de la ELP y de la AMP. DEA du Champ Freudien (Universidad París VIII).
“DESTELLO” DE FRANCESC VILÀ
Un joven universitario sufre de erecciones insatisfactorias. Sabe que su vida cambió cuando, en los vestuarios del gimnasio, algunos compañeros mayores se burlaron. Estaba en la pubertad y el hecho lo conmocionó. Esa mirada intrusiva le hizo creer que la delgadez de su cuerpo desnudo y el temor de sufrir una erección inoportuna lo comprometían. La vergüenza lo anegó todo.
La asociación libre facilita la irrupción de recuerdos inesperados. Una vez, cuando era pequeño, estaba en la bañera y su hermana mayor irrumpió con la intención de ver y tocar su miembro. El no quiere pero no le dice nada. Tampoco a sus padres. Un tiempo después esa escena se repite en la playa, en el rompiente de las olas.
En las dos ocasiones vive un ataque de frío. Tiene una sensación que recorre el cuerpo. Tiembla. El frio produce un gran desasosiego. Esa sensación retorna a menudo en la vida cotidiana. Se recoge en posición fetal i tirita –te escarafalls-.
Lo paradójico está en que las buenas escenas de empalme son en la ducha, en el mar, en el medio acuoso. Allí no hay insatisfacción.
Pero él se dice una expresión bizarra: es insensible per la fredor –frialdad-. Ahora recuerda con extrañeza como transcurrían los tiempos muertos de su infancia solitaria. Pasaba cubitos de hielo por sus muñecas –canells-.
Lo que del cuerpo levantó el campo ahora vuelve con la transferencia y la conversación analítica prosigue.
Francesc Vilà. Psicoanalista en Barcelona. AME. Miembro de la ELP y AMP. Psicólogo Clínico. Director sociosanitario de la Fundación Cassià Just.
«DESTELLO» DE FELICIDAD HERNÁNDEZ
Cuando una pieza se suelta
¿Qué ocurre cuando una pieza se suelta del engranaje del que forma parte? El aparato deja de funcionar y entonces “¿qué es la pieza suelta cuando ya no existe el todo en el cual ella tendría su función?” (1)
Una adolescente formal, buena hija, deportista y buena estudiante que quería ser forense (¡!) de mayor. Todo funcionaba bien.
Pero un día recibe una frase: “Te han engordado los muslos”, se mira en el espejo y el mundo se le derrumba. Esa imagen le resulta repulsiva y su cuerpo se torna insoportable, una basura.
Abandona los estudios, deja de salir a la calle, intenta suicidarse. No hay palabras de consuelo porque su vida no tiene ningún sentido.
Hasta que logra preguntarse ¿Qué hacer con ese cuerpo?.
¡Piercing en el rostro!. Perforación.
Su sorpresa es que el dolor sentido al ser perforada la carne le ha producido un alivio impensable, ¡me he sentido viva!.
Su cuerpo sigue siendo horrible, dice, pero la imagen se disimula con esos adornos clavados en su cara. Con ellos puede volver a retomar su vida, pero ya no será forense, estudiará Bellas Artes para hacerse: ¡Tatuadora!.
La pieza que al soltarse se volvió basura, se re-encaja volviendo a encontrar una función de vida. Para ello ha sido necesario un bricolaje entre lo imaginario y lo simbólico para que lo real se vele y se haga soportable.
- Miller, J.A.: Piezas sueltas, Ed. Paidós, p. 13
Felicidad Hernández es Psicoanalista en Bilbao. Miembro de la ELP y la AMP. Responsable de actividades en el Seminario campo freudiano en Bilbao. Miembro del equipo directivo del Cpbi.
«DESTELLO» DE RAQUEL CORS ULLOA
Porque nos comprometimos a seguir a Lacan
Con la última enseñanza de Lacan, alea iacta est, un dado se ha lanzado, la suerte ha sido echada por la lógica de un desplazamiento, sin progreso, hemos dado el paso: del sujeto al parlêtre, del inconsciente freudiano al cuerpo hablante lacaniano, del cuerpo a la carne, del objeto a a la causa, del síntoma al sinthome.
Si Jacques-Alain Miller propuso to read a symptom, leer un síntoma[1], agregando su nota personal por cómo Lacan -dice Miller- “lo prendió con el saber leer, leer a Lacan”; lo mínimo que podríamos plantearnos hoy, es cómo escuchamos y con qué leemos analíticamente, cada uno, los embrollos de lo verdadero, no sin el Un-cuerpo, esa única consistencia que se lleva al análisis, a la sesión de análisis, esa suerte de paréntesis en la existencia, que si sabe usar, sirve para saber leer por el bien decir lo que el cuerpo del analizante le transfiere al analista –analista que sabría hacer de su síntoma un escabel.
Introducirnos en lo que Miller llama la oscuridad de la última enseñanza de Lacan, es paradójicamente, esa luz en la brevedad de un destello, por ejemplo al interrogarnos ¿Por qué nos comprometimos a seguirlo en esa difícil última rama de su enseñanza? Quizás por un centelleo de lectura, lectura del goce de la palabra, palabra que cada uno aprende a hablar en su propio análisis, mientras se cree en los mitos de la pulsión. Quizá por algún chispazo del misterio del cuerpo, esa consistencia mental que se cree tener como una propiedad que además adoramos. O tal vez simplemente por haber quedado secos de sentido.
Pero nada de esto sería posible leer sin el bien decir que procura el encuentro con un analista, que encarna y se ofrece para hacer hablar y escuchar de manera distinta a cada ser hablado por su síntoma, por su fantasma. Aunque también hay casos en que el cuerpo que habla no siempre se-basta a sí mismo del Ego y las palabras. Lo cierto es que cada ser hablante, en análisis, requiere de las vueltas dichas en la dit-mensión de su propio caso. Y para que una experiencia analítica tome cuerpo, hay que elaborar mucho tiempo, hay que hablar sin saber.
Entonces, ¿Por qué nos comprometimos a seguir a Lacan? Porque nos comprometimos a recomenzar cada vez -no sin la impronta de su primera enseñanza- nos comprometimos gustosos a seguir, a inteligir lo que interpreta esta difícil última rama de su enseñanza. En efecto, como señala Miller, “no vamos a desestimar el gusto por el desciframiento. Lo tengo, lo tenemos, porque somos analistas. Y lo somos lo bastante como para percibir, en algunos relámpagos, aquellos que agujerean las nubes oscuras del discurso de Lacan”[2].
[1] Miller, J.-A., “Leer un síntoma” http://ampblog2006.blogspot.com/2011/07/leer-un-sintoma-por-jacques-alain.html
[2] Miller, J.-A. “El inconsciente y el cuerpo hablante” https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1
Raquel Cors Ulloa. Miembro de las NEL y la AMP, AE en ejercicio (2018-2021). Vice- Presidenta de la NEL (Nueva Escuela Lacaniana). Presidenta del Comité Consultivo del INES (Instituto Nueva Escuela). Secretaria del Bureau de la FAPOL (Federación Americana de Psicoanálisis).
«DESTELLO» DE MÓNICA MARÍN
Cuerpo, síntoma, estrago…
Según Lacan, Freud tenía pasta para ser un magnífico idealista apasionado, si no se hubiese encontrado con el Otro bajo la forma de la histeria. Es en ese encuentro inaugural para el psicoanálisis donde significante y cuerpo están en juego.
En “Las neuropsicosis de defensa”, de 1894, Freud definió el mecanismo defensivo de la histeria: “…una representación inconciliable queda debilitada por la transformación de su magnitud de estímulo en excitaciones somáticas, proceso para el cual proponemos el nombre de conversión (…) y sucede en aquella inervación motora o sensorial íntimamente enlazada con el suceso traumático”. Ya tempranamente están articulados en la teoría freudiana: significante, cuerpo y goce. Lo que Freud llama suceso traumático es la huella en el cuerpo del encuentro con representaciones inconciliables ligadas a la vida sexual.
La histeria es paradigmática en el sentido de la concepción lacaniana del síntoma como acontecimiento del cuerpo.
Cuerpo enfermo de verdad, que rechaza los dictados del significante amo, que se niega a obedecer al alma. Rechazo del cuerpo, como Lacan denomina al cuerpo histérico, que es un rechazo del cuerpo a cuerpo, del cuerpo en su cuerpo – es decir, el niño – y un rechazo del propio cuerpo connotado por el afecto de asco, como lo ha planteado Jacques-Alain Miller en Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo.
La declinación del significante amo deja en algunos casos a la histeria sin brújula, sin norte, desorientada, buscando una imagen sin fisuras y sin orientación, modalidad estragante que rechaza el camino sintomático de la pregunta por el ser, dando lugar al parecer. Rechazo del inconsciente, que por la vía maníaca de una imagen sin cuerpo, lleva a la desesperación y a la angustia, dejando de lado que es el síntoma – aquello que no anda – lo que orienta.
La emergencia del rechazo del cuerpo bajo la forma del asco, abre una dimensión sintomática que orienta hacia lo femenino, mientras que las cirugías, la búsqueda de una imagen sin falla a través de todo tipo de terapias reparadoras llevadas al extremo, regímenes, gimnasias, etc., llega a funcionar como modalidades del estrago.
En el Seminario XXIV , Lacan define a la neurosis como esencialmente histérica y al asco como su síntoma privilegiado, pues es signo positivo de la relación sexual que falta. Es en este sentido que el asco posiciona la imposibilidad, mientras que el estrago sería un empuje a hacer existir lo que no hay.
Mónica Marín. Psicoanalista, Bilbao. Analista Miembro de la Escuela (AME) de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del ICF. Directora del CPBI. Directora de la Antena Clínica de Bilbao.
“DESTELLO” DE CRISTINA CALIFANO
“Para que resuene un decir, es preciso que el cuerpo sea sensible a ello”[i]
A lo largo de su enseñanza Lacan va progresando en su formulación sobre el cuerpo, en los últimos seminarios el cuerpo está marcado por la disimetría de la sexuación, ahí se hace la distinción de las dos modalidades del armado del cuerpo a partir del síntoma como acontecimiento.
Entonces, del lado de la mujer es necesario el soporte de otro cuerpo para obtener su propia consistencia corporal. Del lado del hombre, Eric Laurent[ii] sostiene “El hombre no puede ser síntoma de otro cuerpo, porque su cuerpo, él lo tiene. Del lado del hombre el síntoma adviene como acontecimiento en su cuerpo”.
Podemos decir, que en la última enseñanza lo que se arma como cuerpo en tanto anterior al Otro, separado del inconsciente y lalangue obliga nuevamente a repreguntarnos qué se entiende por cuerpo. El cuerpo que le corresponde al sinthome, pensamos que no se parece en nada a ninguna intuición, idea o suposición que podamos tener en la representación del cuerpo, sabemos bien que siempre levanta campamento. El cuerpo se pesca, a veces. Y en ese sentido es preciso que haya un cuerpo que sea sensible, en ese momento, para que resuene un decir.
[i] Lacan, J. “El sinthome”, Seminario 23. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2006.
[ii] Laurent, E. “El reverso de la biopolítica”. Grama Ediciones, Buenos Aires, 2016
Cristina Califano. Psicoanalista en Bilbao, miembro de la ELP y de la AMP. Responsable de docencia y actividades Seminario Campo Freudiano-Bilbao. Integrante equipo asistencial Centro Psicoanalítico Bilbao.
“DESTELLO” DE FABIAN FAJNWAKS
Extensión del dominio de la escritura sobre el cuerpo: El tatuaje
El tatuaje es un fenómeno bastante reciente, en su extensión bastante masiva y
vertiginosa, que interesa a antropólogos y sociólogos desde hace ya algunos años.
De qué singulares bricolages con el cuerpo da cuenta este nuevo fenómeno en su
extensión, pero que existe desde siempre ? Una hipótesis: De la substitución de la
palabra por la escritura, allí donde no se espera ya que el cuerpo hablante diga alguna
verdad que lo conmueva. En la época del empuje al goce, el Superyo toma al cuerpo
como superficie sobre la que se escribe la historia del sujeto, sus significantes Amos,
a defecto de poder hystorisarse en algún lado, en un análisis, por ejemplo.
El tatuaje, practica marginal reservada durante tiempo a los marinos y a los
prisioneros y condenada desde siempre por la Iglesia (sera por aquello que «la
palabra se ha hecho carne« con Cristo), ha hecho un retorno fulgurante desde los
años ’80 en Occidente. Los yakuzas japoneses, miembros de distintas mafias, la
practican desde hace siglo, peor lo que interesa es esta generalización reciente,
devenida fashion con los stars de rock, las estrellas del show-business y los jugadores
de fútbol, que no han vacilado en exhibir las marcas practicadas en el cuerpo. Se
tatúan nombres de personas amadas, imágenes o frases fetiches, o textos predilectos.
Los antropólogos ven allí un cambio que acompaña al desarrollo del individualismo
de nuestras sociedades: los tatuajes pueden tanto tener una función identitaria, una
función de significante Amo colectivo, de insignia, como es el caso con los maras
salvadoreños u otras pandillas urbanas. Pero el tatuaje puede tomar inversamente, el
valor de separar al sujeto de la colectividad: De construcción de una piel identitaria
que a la manera de un nuevo Yo-Piel otorgue al sujeto un Yo sintético, allí donde la
función simbólica no ha permitido que este se constituya. Así por ejemplo, ciertos
talleres de tatuajes en Los Ángeles, por ejemplo, proponen grabar sobre el cuerpo,
con una fidelidad de alta definición impresionante, las imágenes más marcantes de la
vida de un sujeto, pudiendo este devenir una suerte de álbum vivo, ambulante, de su
propia vida. El defecto de la hystorizacion por la palabra es patente aquí: Tatuarse la
historia de su vida a defecto de poder hacerla pasar a la palabra. Retorno en lo real
del cuerpo de un trabajo por la palabra forcluido.
La visita a la magnifica exposición Tatouers-tatoués en 2015 en el Museo del Quai
de Branly, en París, proponía un recorrido desde el hombre primitivo hasta la
actualidad de esta practica tan particular de marcar el cuerpo. Allí se explicaba, por
ejemplo, que la momia de Ötzi, una de las mas antiguas de Europa (dataría de 5300
años A.C.), encontrada en los alpes austriacos ya presentaba tatuajes en forma de tres
pequeñas lineas paralelas o de cruces, en las articulaciones del cuerpo: muñecas,
codos y rodillas. Los antropólogos e historiadores suponen que esta practica buscaba
tratar las artrosis a través de las marcas en el cuerpo efectuadas por un Chaman.
Resulta sorprendente descubrir de este modo cuan temprano el hombre supo que el
cuerpo seria sensible a su marcado en la piel misma. La exposición mostraba también
algo que no deja de estimular el pensamiento : Desde finales del siglo XIX en las
prisiones de la Rusia zarista, y luego en los Gulags soviéticos se tatuaba a los
prisioneros el tipo de crimen realizado : Robo, asesinato, y tipo de crimen político luego, permitiendo constituir así grupos de prisioneros, que esta marca en el cuerpo
permita formar. El lector de Kafka no queda indiferente frente a esta información : el
relato En la Colonia penitenciaria pone en escena una maquina infernal imaginada
por el director de una prisión en la que se tatuaba con una aguja que penetraba el
cuerpo hasta la muerte, la pena a la que cada de los prisioneros estaba condenado.
Una monstruosa representación del Superyo. Kafka conocía esta practica rusa ? O su
genio abrazo lo que que el hombre ya había puesto en practica en las estepas ?
En cualquiera de los casos no podemos no ver aun aquí cuanto la marca en lo real del
cuerpo no deja de representar esta instancia del Superyo en la medida en que viene a
surcar el cuerpo, allí donde la palabra liberadora de la(s) pena(s) viene a faltar…
Fabian Fajnwaks es psicoanalista, AE (2015-2018), miembro de la AMP, de ECF y de la EOL. Doctor en Psicoanálisis por la Universidad de Paris VIII; Doctor en Psicología Clínica y Psicopatología por la Universidad de Rennes II.
“DESTELLO” DE ARACELI FUENTES
La articulación del inconsciente y el cuerpo es siempre enigmática y en algunos casos fracasa. Cuando esto sucede el cuerpo puede no sostenerse, abandonar el campo como le sucedía a Joyce, descomponerse su unidad en una experiencia muy angustiante para el sujeto o puede levarse por la falta del peso necesario para poner lo pies en la tierra, hay sujetos que debajo del vestido no tienen un cuerpo, para otros puede haber una parte de cuerpo que les falta, fue el caso de un muchacho atendido en el CPA que al separarse de su hermano perdió sus pies porque este hermano funcionaba para él como sus pies, se encontró entonces sin pies y por medio de un trabajo cuidadoso pudo construirse un calzado para cada ocasión que le permitió dejar de ser el que siempre se tropezaba, el que se caía continuamente. Una clínica ortopédica permite encontrar con cada uno de estos sujetos una manera de reparar ese cuerpo afectado por el fracaso de la articulación entre lalengua y el cuerpo vivo.
Araceli Fuentes es psicoanalista, miembro de la ELP Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, miembro de la AMP Asociación Mundial del Psicoanálisis y docente de la Sección Clínica de Madrid (Nucep).
“DESTELLO” DE VICENTE PALOMERA
En el Seminario XXIII, sobre el sinthome, Lacan declara que el hombre «no es su cuerpo», sino que «tiene un cuerpo» y con éste se embrolla. Quien mejor testimonia de ello y del modo más radical es el esquizofrénico al no lograr dar una función a sus órganos, haciendo que el cuerpo se convierta en un enorme enigma. En efecto, para el sujeto esquizofrénico hay un determinado número de órganos que pasan fuera-del-cuerpo. Lo que él nos enseña es que es el cuerpo del goce en su totalidad el que pasa a estar fuera-del- cuerpo, es decir, los órganos mismos toman vida, o mejor, tienen vida propia jugando su partida en solitario.
Fueron Deleuze y Guattari («El anti-Edipo”) quienes hablaron del «cuerpo sin órganos del esquizofrénico». Al contrario, Lacan dirá que el hecho de que el ser hablante esté afectado por el órgano-lenguaje es lo que motiva que tenga que encontrárselas con que su cuerpo no existe sin los otros órganos, es decir, que el lenguaje no es el único órgano. Lacan propone que pensemos el lenguaje como un órgano fuera-del-cuerpo, o mejor, que el lenguaje es incluso el órgano fuera-del-cuerpo. La palabra está ligada al cuerpo, moviliza el cuerpo, los músculos del rostro, de los ojos, de la boca, etc. Se entiende pues que Lacan llegue a decir que lo que caracteriza al sujeto esquizofrénico es que es alguien llevado a toparse con el hecho de que su cuerpo «no es sin otros órganos” y que lo que caracteriza al «dicho esquizofrénico» es que esté sin el auxilio de un discurso establecido”. Todo esto nos lleva a plantearnos un buen número de preguntas, a saber, ¿qué hace falta para hacer un cuerpo?, ¿qué se necesita para poder habitar un cuerpo y poder subjetivarlo?, ¿de qué manera la lengua marca lo real del cuerpo y cuáles son las consecuencias? No tenemos más remedio que decir que el sujeto no es solo un ser de lenguaje y se relaciona solo con el órgano-lenguaje, sino que hay otros órganos. Para el sujeto esquizofrénico el uso de los órganos es especialmente problemático y tiene que buscar recursos sin el auxilio de los discursos establecidos, es decir está obligado a inventar un discurso, está obligado a inventar sus apoyos, sus recursos, para poder hacer uso de su cuerpo y de sus órganos.
Vicente Palomera, psicoanalista en Barcelona, miembro de la ELP y de la AMP. Doctor en Psicoanálisis en el Departamento de Psicoanálisis, París VIII. Docente de la Sección Clínica de Barcelona, Instituto del Campo Freudiano.