Juego de niños
Existía en La 1 de Televisión Española un programa concurso que llevaba por título Juego de niños[1]. El concurso consistía en que niños de diferentes edades definían a su modo una palabra concreta que los concursantes adultos tenían que adivinar. Si acertaban, se llevaban una unidad de puntuación llamada gallifante, un juego de palabras que condensaba un animal imaginario creado por el escritor Miquel Obiols, medio gallo, medio elefante. La mezcla entre infancia y edad adulta para definir una misma palabra rompía cualquier ilusión de existencia de un lenguaje común, pues las palabras se podían describir y adivinar de tantas maneras como niños y adultos participaban en el juego y en cuyas definiciones, a modo de acertijo, eran convocados a menudo el malentendido, el equívoco, los juegos verbales y creaciones de distinto pelaje. El efecto de risa estaba en algunos momentos garantizado. Pero, ¿por qué algunas de las disparatadas definiciones de esos locos bajitos provocaban la risa del espectador adulto?
Si seguimos la pista que nos ofrece Freud en varios momentos de su obra, podremos situar antes que nada que el niño habita el lenguaje a través del juego. Si bien el niño diferencia claramente de la realidad su mundo de juego, tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. “Sólo ese apuntalamiento es el que diferencia aún su «jugar» del «fantasear»[2], nos advierte. Según Freud, “en la época en que el niño aprende a manejar el léxico de su lengua materna, le depara un manifiesto contento «experimentar jugando» con ese material, y entrama las palabras sin atenerse a la condición del sentido, a fin de alcanzar con ellas el efecto placentero del ritmo o de la rima. Ese contento le es prohibido poco a poco, hasta que al fin solo le restan como permitidas las conexiones provistas de sentido entre las palabras”[3].
Así, Freud encuentra las primeras huellas del quehacer poético en el niño. Y lo hace precisamente a través del juego, pues para el maestro vienés “todo niño que juega se comporta como un poeta”[4]. Es importante hacer un esfuerzo de poesía para separar aquí “juego” de la noción que el sentido común –y tras ella su posible deriva psicologizante– nos llevaría a imaginar apresuradamente. Freud nos propone una serie de analogías para situar en primer lugar una equivalencia entre el juego del niño y la creación del poeta, donde la lengua es su materia prima. Para mostrar el parentesco entre juego infantil y creación poética se sirve de algunos ejemplos de la lengua alemana que llama “juegos”, [“Spiel”], “a las escenificaciones que necesitan apuntalarse en objetos palpables y son susceptibles de figuración”[5]. De este modo, comedia [“Lustspiel”], significa, literalmente, “juego de placer”; tragedia [“Trauerspiel”], “juego de duelo”; y actor dramático [“Schauspieler”] es aquel “que juega al espectáculo”[6].
En una segunda analogía Freud, nos advierte también que cuando el niño crece, deja de jugar y sustituye el juego por la fantasía que, a diferencia del juego infantil, mantiene inconfesablemente inhibida en su esfera más íntima. Situamos aquí una relación de sustitución y una nueva equivalencia, esta vez, entre el juego y la fantasía[7]. La única puerta que le permitirá a alguien en la vida adulta levantar dicha inhibición y volver a la ganancia de placer que se producía en el juego infantil es a través del humor[8], nos alerta Freud. La formación del superyó marcará una diferencia radical en la casa del lenguaje. Un hogar que ya no se habitará, al menos en un primer plano, desde la literalidad, las homofonías, las homonimias, las sonoridades, aliteraciones, ritmos y combinaciones de vocales, sino a partir de una inhibición, vía el pensamiento, del goce o la investidura afectiva que el niño encontraba en los juegos de palabras. La técnica del chiste tiene como función levantar esa inhibición[9].
En los sueños de los niños hallamos muchas veces la matriz de este ejercicio de simbolismo donde entra en juego el estilo del Witz[10]. Es importante señalar entonces que no se trata de un proceso a partir de equivalencias entre términos, sino que lo que interesa ya a Freud son las figuras retóricas del lenguaje, recursos basados en la equivalencia fónica, y no tanto en la relación unívoca entre términos o palabras. Freud llama “asociaciones externas”[11] a ese modo de desplazar, amalgamar y condensar fónicamente las representaciones, no se trata de asociaciones por la vía del significado o del contenido, sino más bien por su “representación acústica”[12], por su forma y materialidad sonora.
En La interpretación de los sueños nos remite una vez más al poeta para percatarnos de ello con relación a la deformación onírica: “todo el ámbito del chiste verbal queda entonces al servicio del trabajo del sueño. No cabe asombrarse ante el papel que toca a la palabra en la formación del sueño. La palabra, como punto nodal de múltiples representaciones, está por así decir predestinada a la multivocidad, y las neurosis aprovechan tan desprejuiciadamente como el sueño las ventajas que la palabra ofrece así a la condensación y al disfraz”[13]. El sueño de las fresas de su hija Anna Freud cuando tenía 19 meses es un ejemplo interesante, pues en su figuración onírica condensa en lengua alemana estos juegos fónicos de las palabras, donde se aúnan, de algún modo, la pulsión oral y la invocante en relación con el deseo de la niña y su objeto de satisfacción cuando la noche que siguió a un día de hambre se la oyó “proferir, excitada en sueños: «Anna F.eud, Er(d)beer, Hochbeer, Eir(s)peis, Papp»”[14]. Aunque como bien indica Lacan, es crucial señalar de nuevo la articulación y el juego significante en el sueño y no tanto la equivalencia de palabras, pues el objeto de la fantasía es el objeto causa del deseo, y no el objeto de la satisfacción del deseo[15].
Llegados a este punto y para ir terminando señalaremos la analogía que este breve recorrido del vínculo existente entre juego, fantasía (fantasma) y sueño en la primera infancia, nos permite ubicar: y es que el chiste sería al adulto lo que el juego de palabras al niño[16]. Pero si bien muchos adultos inferirían en este “Juego de niños” un carácter de ingenuidad, tanto Freud como Lacan, nos alertan más bien de todo lo contrario, de que la cosa va muy en serio, así es como el niño alberga su espacio de juego. Lacan en su seminario La relación de objeto, a partir de un análisis quirúrgico de este juego significante en el caso Juanito y conduciéndonos a la dimensión limítrofe de lo cómico, nos dice: “las historias infantiles, cuando tienen ese carácter desconcertante que nos provoca risa, las incluimos en la perspectiva de lo ingenuo. Pero esta ingenuidad, lo sabemos muy bien, no debe tomarse siempre al pie de la letra. Se puede ser ingenuo y se puede fingir serlo. Si se atribuye al juego de la comedia infantil una ingenuidad fingida, se le restituye entonces todo su carácter de Witz, y tendencioso como el que más, dice Freud. Basta con casi nada, precisamente con la suposición de que la ingenuidad no es completa, para que los niños salgan ganando y sean los amos del juego”[17]. Me parece una orientación de finura clínica a tener muy en cuenta.
[1] “Juego de niños” fue un programa concurso televisivo emitido por La 1 de Televisión Española entre 1988 y 1992, cuya producción se retomó en 2019.
[2] Freud, Sigmund. El creador literario y el fantaseo (1908 [1907]). Amorrortu Editores. Volumen IX. Buenos Aires, 1993. p. 128.
[3] Freud, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente (1905). Amorrortu Editores. Volumen VII. Buenos Aires, 1991. p. 120.
[4] Freud, Sigmund. El creador literario y el fantaseo. (1908 [1907]), op. cit., p. 127.
[5] Ibid., p. 128.
[6] Ibid., p. 128.
[7] Nota del E. Cabe señalar que si bien Freud habla de fantasía en este y otros textos, esta se puede equiparar a lo que Lacan llamará fantasma, como Jacques-Alain Miller nos orienta claramente en su curso Del síntoma al fantasma. Y retorno (p. 69), acerca de este pasaje freudiano.
[8] Freud, Sigmund. El creador literario y el fantaseo. (1908 [1907]), op. cit., p. 128.
[9] Calvet, Rosa Mª. Juego de damas. La manía del sentido. Comunitat de Catalunya de l’Escola Lacaniana de Psicoanàlisi. 2019. p. 20.
[10] Berenguer, Enric. Introducción. ¿Con qué sueñan los niños? NED Ediciones. Barcelona, 2020. p. 27.
[11] Freud, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente (1905), op. cit., p. 115.
[12] Ibid., p. 115.
[13] Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños (segunda parte). Sobre el sueño (1900-1901). Amorrortu Editores. Volumen V. Buenos Aires, 2007. p. 346.
[14] Nota del E. Según una nota a pie de página de la traducción de esta secuencia en el texto de Freud dice así: “Anna habla en media lengua, si se expresara correctamente deberíamos traducir: “Anna Freud, fresas, fresas silvestres, huevos, papilla”, pero un niño de esa edad diría algo así: «Anna Feud, fesas, fesas silvestes, evos, papia»”. Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños (primera parte). (1900). Amorrortu Editores. Volumen IV. Buenos Aires, 2007. p. 149.
[15] Lacan, Jacques. El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 73-93.
[16] Calvet, Rosa Mª. Juego de damas. La manía del sentido, op. cit., p. 20.
[17] Lacan, Jacques. El Seminario, libro 4. La relación de objeto. texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires. Paidós, 2012. p. 296.
Marta Berenguer. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y de la AMP.