Sobre sentido, transferencia e interpretación.
Me ha interesado especialmente, en tanto me interroga, el planteamiento del texto de presentación de la Conversación Clínica en torno a la transferencia y la interpretación en la actualidad: “Hoy algunas demandas enseñan la sutileza de una operación clínica, para que haya un acceso al inconsciente se trata de producir un corte en la articulación infinita del S1-S2 que produzca un S1 solo, que permita la entrada al goce. No se trata ya de ¿qué quiere decir eso?, sino de leer las primeras marcas sobre el cuerpo del ser hablante”.
Se trata de un planteamiento sustentado en una indicación de Jacques-Alain Miller (quien en 1994 planteaba que nuestra perspectiva actual es la de una práctica del psicoanálisis que ya no es la del tiempo de Freud y quizás comience a no ser la del tiempo de Lacan): en 1996, en “La interpretación al revés”, afirma que la era de la interpretación ha quedado detrás de nosotros. La paradoja, señala, es que interpretar es descifrar, pero descifrar es cifrar de nuevo. Entonces, una práctica que apunta, en el sujeto, al sinthome, no interpreta a la manera del inconsciente (en tanto esa manera se mantiene al servicio del principio del placer).
La vía que propone es retener S2, no añadirlo con el fin de cernir S1; eso es reconducir al sujeto a los significantes propiamente elementales sobre los que, en su neurosis, ha delirado. Entonces, el reverso de la interpretación consiste en cernir el significante como fenómeno elemental del sujeto, antes de que sea articulado en la formación del inconsciente que le da sentido de delirio. Si hay descifrado, agrega, es un descifrado que no aporta sentido; ese delirio, se trata de hacerlo pasar hambre.
Lo que llamamos todavía “interpretación”, sostiene, revela una opacidad irreductible en la relación del sujeto a lalangue; es una post-interpretación que no es más una puntuación -que pertenece al sistema de la significación, siempre efectúa un punto de capitón-. Por ello la práctica post-interpretativa se sirve del corte. Entonces, señala, o bien la sesión es una unidad semántica donde S2 puntúa la elaboración –delirio al servicio del Nombre-del-Padre-; o bien es una unidad a-semántica que reconduce al sujeto a la opacidad de su goce. Eso supone que sea cortada antes que haga bucle, de que la elaboración se incremente.
Opone entonces, a la vía de la elaboración, la vía de la perplejidad. La interpretación “propiamente analítica” funciona a la inversa del inconsciente.
Precisamente este punto me interroga: si, como introduce el texto de presentación, “nuestra actualidad nos empuja a un doble esfuerzo en tanto que el sujeto contemporáneo está más bien desamarrado y no tan sujetado, se presenta sostenido en la ilusión de su unicidad”; si el discurso de la ciencia ataca la posibilidad del sentido; si estamos en la época del psicoanálisis líquido, “aquel que no está ordenado por las formaciones del inconsciente, sino por los acontecimientos de goce”, ¿no habría entonces que darles todavía más valor a las formaciones del inconsciente? ¿No se trataría ahora más que nunca, en los inicios de la dirección de una cura, de suponer el sentido del síntoma, de apuntar al desciframiento y dar tiempo para delirar, para que se desvele después el eso quiere gozar?
Serge Cottet, en “El declive de la interpretación” (conferencia de 1996 que retoma la intervención de Miller), señala que un cierto uso del decir interpretativo debe tocar el inconsciente, y recuerda que Lacan no desprecia el efecto de sentido: en 1975 afirmó en la edición alemana de sus Escritos que el efecto de un análisis debe ser hacer entrega al analizante del sentido de sus síntomas. Sostiene que a partir de Joyce se despejan dos vertientes de la interpretación: una concierne a los significantes del sujeto, y la otra a la pulsión. En esta segunda vertiente, entonces, la cuestión es qué tipo de corte interpretativo permite la extracción de objeto a. Si una interpretación no debe ser ‘comprendida’ sino faire des vagues (uno de los sentidos que da el diccionario es generar agitación, perturbar), Cottet plantea: en el acto.
El testimonio de Esthela Solano detalla esta función del corte y sus consecuencias. Ahora bien, cuando se encuentra con Lacan ya tiene una práctica y una transferencia importante con él y con el psicoanálisis; y, tal y como aclara, tuvo que pasar tiempo para que “llegara allí”, para salir del discurso del inconsciente, del goce del bla, bla, bla en la asociación libre. Lacan contrariaba, por la operación del corte, ese parloteo, trasladando la operación analítica hacia el escrito, dando a la interpretación el valor de una lectura de la letra en tanto Uno, no en la articulación con otro significante. Se trata, como explica en “La interpretación a-semántica” de la orientación del psicoanálisis hacia lo real, para operar a partir de los efectos de sentido no sólo sobre los efectos de verdad del mensaje del síntoma sino sobre sus efectos de goce.
Como puntúa en “Ce que parler veut dire”, introducir al sujeto en la lectura de sus dichos abre la dimensión del decir y lo instala en el discurso analítico. Si hay un saber, se detecta en la palabra misma, no tanto a nivel del sentido como a nivel de los traspiés, los blancos, los sueños, lapsus, allí donde ella fracasa en “lo que quiere decir”. Hay pues que instalarlo en la lectura de sus dichos. Me pregunto: en los inicios de una cura, ¿esto se puede hacer sólo mediante el corte, dejando de lado el decir interpretativo, la puntuación, la citación, la escansión? ¿Apostar por la vía de la perplejidad, al inicio?
En los argumentos hacia las 53 Jornadas de la ECF, Angès Aflalo señala que en la era post interpretativa el analista hace surgir el inconsciente real, y debe hacerlo pasar al inconsciente transferencial y retorno. Ya que para reducir el sentido del síntoma a la contingencia de un acontecimiento de cuerpo del sinthome, es necesario saciar la sed de sentido. Indica que es la única posibilidad que tiene el analizante de retornar al inconsciente real, al espacio donde un lapsus no tendrá más sentido o interpretación.
Entonces, sostiene, la interpretación, ya tome la forma de una puntuación, una escansión o un corte, varía según si el inconsciente es real o transferencial; pero en todos los casos no se trata de una técnica sino de una ética.
Soledad Bertran. Psicoanalista, miembro de la ELP y de la AMP.