Destello de Cristina Califano

Unos apuntes para la conversación

El diagnóstico en psicoanálisis no puede concebirse al margen de la transferencia. A diferencia de la medicina o de la psicopatología clásica, donde el diagnóstico apunta a una clasificación objetiva e independiente del vínculo con el sujeto, en psicoanálisis —según la enseñanza de Lacan— el diagnóstico se produce en acto, bajo transferencia, y no como un saber que se aplica desde fuera. 

Como señala Jacques-Alain Miller, el analista no diagnostica desde una posición de exterioridad sino desde su implicación en el dispositivo analítico.

Lacan fue claro en sostener que no se trata de forzar al sujeto en una categoría clínica, sino de operar sobre el goce, el deseo y el síntoma que se encarnan singularmente en cada estructura. 

Esto implica que el diagnóstico no es un punto de partida sino de llegada, resultado de una elaboración que acontece en el curso del análisis. Miller dirá que el diagnóstico es un «efecto de transferencia» y que no se formaliza sin el consentimiento del sujeto. No hay diagnóstico analítico sin el decir del analizante, sin la construcción que éste puede hacer —si la transferencia lo permite— de su posición subjetiva en relación al Otro.

En este sentido, el diagnóstico no es un juicio, ni una etiqueta, ni una garantía de verdad clínica. Es un instrumento de lectura estructural del modo de gozar del sujeto y, sobre todo, una brújula para la dirección de la cura. 

Lacan propuso una clínica diferencial de las estructuras (neurosis, psicosis, perversión) basada en la forclusión, la represión o la Verleugnung, pero también puso el acento en los modos singulares en que un sujeto responde al malestar. 

Con el tiempo, especialmente en su última enseñanza, esta tipología se desplazó hacia una lógica del nudo y del sinthome, lo que llevó a Miller a hablar de una «clínica borromea», menos centrada en clasificar que en captar la invención, el funcionamiento singular de cada uno frente al goce.

El diagnóstico bajo transferencia exige entonces una ética: no se trata de decir al sujeto lo que es, sino de acompañarlo en su recorrido hacia lo que puede decir de sí. Esta operación implica una doble apuesta: por parte del analista, la de sostener el lugar del no-saber; por parte del analizante, la de implicarse en su enunciación. Sólo así el diagnóstico puede ser una herramienta viva y no una sentencia. Es, en definitiva, una orientación de la práctica, no un cierre.

Cristina Califano. Psicoanalista en Bilbao. Miembro de la ELP y AMP.

 

-Miller, Jacques-Alain. Introducción al Seminario III. Las psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1999.

-Lacan, Jacques. Seminario III. Las psicosis (1955-56), Paidós, Buenos Aires, 1985.

-Miller, Jacques-Alain. El partenaire-síntoma (1997-98), Paidós, Buenos Aires, 2008.

-Lacan, Jacques. Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Paidós, Buenos Aires, 1987.

-Lacan, Jacques. Escritos, Vol. I, Siglo XXI, México, 1984, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”.

-Miller, Jacques-Alain. El lugar y el lazo (2001-02), Paidós, Buenos Aires, 2013.

-Miller, Jacques-Alain. “El partenaire-síntoma”, Paidós, Buenos Aires, 2008.

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