Norma o libertad
En 10 de noviembre de 1967 Lacan, invitado por Henry Ey, dicta una conferencia en St. Anne, en el marco del “Círculo de estudios psiquiátricos”, sobre el psicoanálisis y la formación del psiquiatra[i]. En ella va a situar una diferencia estructural fundamental entre “el hombre normado” y “el hombre libre”.
Señala Lacan como gran parte de los psiquiatras que se han dirigido a él lo han hecho bajo la idea de, vía el psicoanálisis, “comprender mejor a sus pacientes”, particularmente al loco. “Error de principio”, dice Lacan, agregando que “si el psicoanálisis debe enseñarles algo (…) es precisamente el ver que lo que se creía comprender tan bien, justamente, uno no comprendía nada de eso”. Dirá entonces que “los hechos subjetivos” se fundan sobre “sin-sentidos decisivos”.
Es a partir de ello, y señalando a aquél que se dirigió a él hablando de la angustia que le provocaba la presencia del loco, que Lacan va a señalar que el psiquiatra está “irreductiblemente concernido” frente a dicha presencia. Si eso no es percibido, señala, es precisamente por las defensas que ahí pueden ponerse para velar aquello que el loco encarna. ¿De qué se defiende el psiquiatra? ¿Qué es aquello de lo que no quiere saber y que produce la angustia? Recordemos que unos años antes[ii] Lacan había situado la angustia no en relación a la falta, sino en relación a la falta de la falta, a la presencia del objeto a allí donde habitualmente estaría velado.
Lacan va a situar entonces el objeto a como “decisivo y causal en relación a la división del sujeto”[iii]. Efectivamente la estructura no viene dada ni responde a ningún desarrollo evolutivo. Es a partir de inscribirse en la cadena significante, como efecto de la articulación de los significantes, que un sujeto puede advenir. Y la alienación, el surgimiento del sujeto en el campo del Otro, no es sin la extracción del objeto que entraña la separación. Las observaciones de Lacan[iv], en su lectura del juego del fort-da, son fundamentales para captar como es a partir de este objeto que se separa que el infans va a adherirse al significante.
En las neurosis este objeto va a quedar irremediablemente perdido. Perdido por el corte, por la extracción que lo origina, y perdido también en tanto que en una torsión fundamental va a venir al lugar de la causa éxtima e inaprensible. Se trata de la matriz del fantasma mediante la cual el neurótico se hace representar por un objeto al que se identifica imaginariamente, y se anuda a un objeto, perdido, y ubicado en el campo del Otro. Así, como Lacan recuerda a los psiquiatras, “el sujeto dividido está en relación con el objeto a a partir de la fórmula del fantasma”[v]. Objeto que causa al sujeto y al que éste se liga en el fantasma, ubicándolo en el Otro y fijando la pulsión. Es por esta vía, que “el a es demandado al Otro (…) Esa es la verdadera naturaleza del lazo que existe (para) ese ser que llamamos normado[vi].
Y ahí Lacan va a agregar: “hay hombres libres, (…) los verdaderos son precisamente los locos. Él no demanda el a en el Otro. (…) No se sostiene en el lugar del Otro, del gran Otro, por el objeto a. El a lo tiene a su disposición. (…) Tiene su causa en su bolsillo, es por eso que es un loco”[vii]. De este modo sitúa la locura a partir del estatuto que el objeto a tiene en la estructura. Para aquél que Lacan denomina loco, el objeto a no se ubica en el campo del Otro. Es por ello que en ocasiones aparece demasiado presente y deslocalizado: en el lugar de la voz áfona del superyo, las voces se vuelven audibles. Frente al punto ciego, inaprensible, de la mirada en el campo de la visión, la mirada se percibe claramente y resulta persecutoria. En algunos casos estos fenómenos de retorno de un goce invasivo van acompañados de trastornos a nivel del lenguaje en la dimensión de los dichos.
Para que el análisis se inicie, y continúe, hace falta que la estructura se efectúe. La orientación en relación al objeto desde el comienzo de un análisis no solo fija en el horizonte la posibilidad de un fin de análisis, también orienta en relación a la estructura y el lugar que el analista puede ocupar en ella. No es lo mismo que el objeto se haya ubicado en el campo del Otro o permanezca “en el bolsillo”. Ello determinará la transferencia y enmarcará el lugar del analista y de su acto.
El loco hace patente la presencia del objeto. Es por ello que frente a él emerge la angustia. Y Lacan advierte: “se trata precisamente que sea por otra cosa que por la angustia que el (psiquiatra) responda a esta existencia del loco”[viii]. Frente al avance de la segregación que Lacan señalaba ya en el texto que nos ocupa, quizás estar en posición de poder soportar ese a que el loco encarna pueda abrir las condiciones de posibilidad “de abordar la realidad del loco desde un nuevo punto de vista”[ix].
Blanca Cervera. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y de la AMP.
[i] Lacan, J., Breve discurso a los psiquiatras. 1967 (Inédito)
[ii] Lacan, J. Lacan, J., El Seminario 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2006
[iii] Lacan, J., Breve discurso a los psiquiatras. 1967 (Inédito)
[iv] Lacan, J., El Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1987
[v] Lacan, J., Breve discurso a los psiquiatras. 1967 (Inédito)
[vi] Ib.
[vii] Ib.
[ix] Ib.