TEXTO DE PRESENTACION XIII

Diagnósticos bajo transferencia

A diferencia de la clínica médica o psicoterapéutica, la clínica lacaniana no es una clínica de la mirada, de la cuantificación o de los algoritmos de la inteligencia artificial. La nuestra es una clínica de la palabra, de la lectura de un decir singular bajo transferencia. Para el psicoanálisis lacaniano no hay clínica sin transferencia, por lo que el diagnóstico se hace uno por uno escuchando al sujeto. 

Apuntamos al sujeto y no a la categoría clínica.

Cuando se instala el discurso analítico en los preliminares del encuentro con un analista, se desprenderá, por parte del analista, la búsqueda del diagnóstico. Entonces, el diagnóstico pertenece a los preliminares[1], ya que no hay entrada en análisis ni dirección de la cura sin una orientación diagnóstica, como indica Gil Caroz: “Al principio del encuentro con un sujeto, es prácticamente imposible pensar a qué me estoy enfrentando sin pasar por una clasificación[2].

No siempre en las entrevistas preliminares es tarea fácil reconocer una psicosis no desencadenada, ubicar esos detalles discretos para evitar “tener sorpresas[3]Para ello está el análisis del analista y, por supuesto, el control de sus casos en los que, al controlar su acto, podrá encontrar la orientación diagnóstica o rectificarla. 

Dos brújulas —que no son excluyentes entre sí—  cohabitan en materia de diagnóstico. Por un lado, contamos con la clínica discontinua basada en la clasificación estructural que conocemos como neurosis, psicosis o perversión. Es la clínica orientada por el significante del Nombre del Padre del que se despliegan cuestiones de orientación fundamentales como  el Deseo de la madre, la significación fálica, la metáfora paterna, el deseo inconsciente, etc. Por otro lado, a partir de la última enseñanza de Lacan, tenemos la clínica continuista o borromea, es la clínica del anudamiento o desanudamiento que apunta al síntoma como lo más singular, haciendo equivaler síntoma y diagnóstico en tanto el sujeto “se da su propia ley en su síntoma[4]. Desde esta perspectiva, la pluralización de los nombres del padre hace que un nombre pueda ordenar sintomáticamente una vida. 

Como nos indica É. Laurent, en esta búsqueda diagnóstica, no se trata de etiquetar sino de singularizar  “sin olvidar, frente a lo real de la clínica, que existen los tipos clínicos[5].

No hay diagnóstico sin transferencia, por lo que se pone en juego una dimensión ética que requiere del analista saber qué lugar ocupa en la estructura para poder así desplegar la lógica de la cura.  

El analista estará implicado en el diagnóstico desde el primer momento, y tomará en cuenta el modo de relación transferencial que el paciente despliegue hacia su función de analista así como su lugar de semblante de objeto. El sujeto mostrará no solo el circuito de goce en el que se encuentra inmerso, sino también el modo inconsciente de su relación con el Otro. 

¿Se trata de una histeria?, ¿es un sujeto histerizable?, ¿se hace preguntas?, ¿supone que la respuesta a su pregunta pasa por un Otro?[6], ¿qué lo anudaba?, ¿qué lo desanudó?, ¿supone un saber en el Otro?, ¿se trata de un desorden en la juntura del sentimiento de la vida que se muestra en una externalidad social, corporal o subjetiva?[7]. Son solo algunas de las preguntas que conviene al clínico hacerse en los preliminares para orientarse en un diagnóstico que no apunte a la inclusión del sujeto en una categoría, sino a cernir el modo en el que el sujeto inventa su propia solución frente al sexo.

¿Acaso, como indica J. A. Miller, no se trata del diagnóstico como “arte de juzgar un caso sin regla y sin clase dada[8]? ¿Qué alcance podemos darle a esta frase que no deja de evocarnos la excepcionalidad y singularidad que el arte siempre conlleva?

La formación del analista es requisito indispensable desde el inicio, desde lo que Lacan denomina  “las directivas” que hacen a la instalación del discurso analítico, pues tales directivas “servirán de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho el analista en el punto de consecuencia que han llegado para él”[9].

Por último, indicar que es en la conversación entre practicantes donde nuestras categorías clínicas se ponen al trabajo. Es en la conversación con otros donde el analista sale de la soledad de su práctica, para poner a cielo abierto su clínica y conversar “para intentar saber dónde estamos[10].

Blanca Fernández, Julio González, Rosa Ruiz y Patricia Tassara


[1]Miller, J. A. Todo el mundo es loco. Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 137.

[2] Caroz, G. “Présentation  du colloque Uforca 2024. Les diagnostics dans la pratique¨, p. 1. Publicado en (https:/www.causefreudienne.org / les diagnostics dans la pratique), 2024, p.1.

[3] Laurent, É., Estabilizaciones en las psicosis, Manantial, Buenos Aires, 1991, p. 28.

[4] Miller, J. A., “La firma de los síntomas”, El Psicoanálisis, n.º 44, 2024, p.21.

[5]Laurent, É., “La despatologización neuro del autismo y la nuestra”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 32, 2022, p. 157.  

[6] Miller, J. A., Del síntoma al fantasma. Y retorno, Paidós, Buenos Aires, 2018, p. 231.

[7] Miller, J. A. y otros. La psicosis ordinaria, pp. 17-22.

[8] Miller, J. A., “La firma de  los síntomas”, ibidem, p. 19.

[9] Lacan, J., “La dirección de la cura”, Escritos II, Siglo XXI, Buenos Aires, 1984, p.566.

[10] Miller, J. A., “La firma de  los síntomas”, ibidem, p. 16.

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