Citas 20

“Hace unos días se presentó en mi consultorio, acompañada por una amiga en papel de protectora, una dama de mediana edad -entre los cuarenta y cinco y los cincuenta años- que se quejaba de estados de angustia. Bastante bien conservada, era evidente que no había dado por concluida su feminidad. La ocasión del estallido de esos estados había sido su separación de su último esposo; pero indicó que la angustia se le había acrecentado mucho después de consultar a un joven médico en el suburbio en que vivía. Es que este le había dicho que la causa de su angustia era su privación sexual, que ella no podía prescindir del comercio con el varón y, por eso, sólo tenía tres caminos para recuperar la salud: regresar junto a su marido, tomar un amante o satisfacerse sola. Desde entonces ella tuvo el convencimiento de que era incurable, pues no quería regresar junto a su marido, y su moral y religiosidad le vedaban los otros dos recursos. Había acudido a mí porque ese médico le dijo que se trataba de un descubrimiento nuevo que yo había hecho; no hacía falta sino preguntármelo, y yo le corroboraría que era así y no de otro modo. Entonces la amiga, más entrada en años, desmedrada y de apariencia enfermiza, me conjuró para que asegurase a la paciente que el médico estaba en un error. No podía ser así, pues ella misma era viuda desde largo tiempo atrás y no había padecido angustia no obstante llevar una vida decente”.

Freud, S. (1910). Sobre el psicoanálisis “silvestre”. Obras Completas. Vol.XI. Buenos Aires: Amorrortu Editores. P.221.

“Es evidente que muchos de los estados neuróticos, las llamadas neurosis actuales -como la neurastenia típica y la neurosis de angustia pura-, dependen del factor somático de la vida sexual, al tiempo que respecto de ellos carecemos todavía de una representación cierta sobre el papel del factor psíquico y de la represión. En tales casos el médico tiende de primera intención a aplicar una terapia actual, a alterar el quehacer somático sexual, y lo hará con pleno derecho si su diagnóstico fue correcto. La dama que consultó al joven médico se quejaba sobre todo de estados de angustia, y entonces, probablemente, él supuso que padecía de neurosis de angustia y juzgó legítimo recomendarle una terapia somática. ¡Otro cómodo malentendido! No todo el que padece angustia tiene necesariamente una neurosis de angustia; ese diagnóstico no puede inferirse del nombre: es preciso saber qué fenómenos constituyen una neurosis de angustia, y distinguirlos de otros estados patológicos que también se manifiestan mediante angustia. Mi impresión es que la referida dama suma de una histeria de angustia, y todo el valor, pero también la plena justificación, de tales distingos nosográficos reside en que apuntan a otra etiología y a una terapia diversa. Quien hubiera tenido en cuenta la posibilidad de una histeria de angustia no habría incurrido en ese descuido de los factores psíquicos que se advierte en las alternativas aconsejadas por el medico”.

Freud, S. (1910). Sobre el psicoanálisis “silvestre”. Obras Completas. Vol.XI. Buenos Aires: Amorrortu Editores. P.224.

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