Cita 5

“Una segunda explicación prescinde igualmente de lo sexual, pero tiene una proyección mucho más universal. Indica que el primitivo es presa de un apronte angustiado que lo acecha de continuo, tal y como lo aseveramos nosotros, en nuestra doctrina psicoanalítica de las neurosis, respecto de los aquejados de neurosis de angustia. Ese apronte angustiado se mostrará con la mayor intensidad en todas las situaciones que se desvíen de algún modo de lo habitual, que conlleven algo nuevo, inesperado, no comprendido, ominoso (unheimlich). De ahí también el ceremonial, continuado ampliamente en las posteriores religiones, que se enlaza con el comienzo de cada nueva empresa, el inicio de un período de tiempo, las primicias del ser humano, de los animales y los cultivos. Los peligros que el angustiado cree cernirse sobre él nunca se le pintan tan grandes como en el inicio de la situación peligrosa, y por cierto es ese el único momento en que resulta adecuado al fin protegerse de ellos. No hay duda alguna de que el primer comercio sexual en el matrimonio posee, por su significación, títulos para ser introducido con estas medidas precautorias. Ambos intentos de explicación, el del horror a la sangre y el de la angustia ante las primicias, no se contradicen entre sí; antes bien, se refuerzan. El primer comercio sexual es por cierto un acto sospechoso, tanto más cuanto que en él por fuerza mana sangre.

[…] El varón teme ser debilitado por la mujer, contagiarse de su feminidad y mostrarse luego incompetente. Acaso el efecto adormecedor del coito, resolutorio de tensiones, sea arquetípico respecto de tales temores, y la percepción de la influencia que la mujer consigue sobre el hombre mediante el comercio sexual, la elevada consideración que así obtiene, quizás explique la difusión de esa angustia. Nada de esto ha caducado, sino que perdura entre nosotros”.

Freud, S.(1918 [1917]). El tabú de la virginidad (Contribuciones a la psicología del amor, III). Obras Completas. Vol.XI. Buenos Aires: Amorrortu Editores. P.193.

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