La angustia no engaña
La enseñanza de Lacan irá transformándose a lo largo de su recorrido. Al principio de su enseñanza parte de la premisa de que la angustia viene derivada de la angustia de castración. Más tarde, en su Seminario X, Lacan ubicará la angustia como signo del deseo del Otro, apuntando a un más allá de la angustia de la castración. La angustia surge cuando falta la falta. Es en este sentido que se puede situar la angustia como una señal que no engaña. ¿Qué quiere decir que la angustia no engaña? Lacan situará la angustia como una vía que apunta a lo real, que no tiene que ver con el significante y que señala la presencia de un objeto.
¿De qué objeto se trata? El que se desprende del cuerpo, el que es separado del cuerpo por el corte introducido por el lenguaje. Objeto que Lacan viene a formular como el objeto a. Objeto que tiene que ver con los objetos pulsionales que se ubican en la zonas erógenas del cuerpo. Jacques Alain Miller señala que “El objeto a minúscula se califica como lo que hay de más propio en el exterior, porque ha sido separado de mí. Freud dice que la angustia está vinculada a la pérdida de objeto, mientras que Lacan dice que surge cuando falta la falta…”[1].
La angustia surge cuando el fantasma que enmascara la falta viene a tambalearse y fracasa en su función, es decir, cuando la falta viene a faltar, indicando que a la pérdida de goce se le sustituye una recuperación, que tiene que ver con lo que Lacan denominó objeto “plus” de goce. Y es en este sentido que la angustia no engaña sino que señala un real, fuera de sentido, indicando la presencia de un objeto, un resto de goce.
Lacan dice que la angustia es productiva, produce el objeto. Es por ello, que la angustia no está hecha para ser eliminada sino que es necesario ponerla a trabajar en la cura para que pueda producir el objeto a. No obstante el fantasma recubre, vela lo real, el sujeto cree que hay un Otro que goza de él. Es por lo que un análisis debe ser llevado hasta el atravesamiento del fantasma. El fin de análisis confronta al sujeto a la inexistencia del Otro, a la no relación sexual, y al Uno solo del goce, del cual el cuerpo “se goza”. Ello ocurre una vez que el sujeto ha podido separar, extraer, ese objeto que ubicaba en el Otro. Con la producción de este objeto, el partenaire-síntoma del parlêtre deviene el objeto a.
Dice Miller, “Podemosincluso decir lo que Lacan formulaba entonces: no tenemos acceso al Otro, del Otro sexo, sino por las vías de las pulsiones parciales; que se traduce en Aún como: no se tiene acceso al Otro del Otro sexo, solo se tiene acceso al objeto de las pulsiones parciales, solo se tiene acceso a a como objeto de las pulsiones parciales…” [2]. El objeto de la angustia sería lo que hay de real en la exigencia pulsional. A nivel de la pulsión, el Otro no existe. Lacan sitúa que el Otro, en lo concerniente al goce, que es real, es el cuerpo.
Al final del recorrido psicoanalítico para cernir el Goce del Uno, sin Otro, el ser hablante podrá acceder a la dimensión de lo real, real que un análisis no permite atravesar. Como dice Anna Aromí: “El analizante al final del análisis se confronta sobre todo con lo que él fue como respuesta de lo real. Lo que se respondió ante esa intimación primera. Y, sin cambiarlo (lo real es lo imposible de cambiar), revisarlo, reconocerlo y advertirse de ello”[3].
¿Cómo un analizante puede reconocerse en el resto de goce? Jacques-Alain Miller, en su Seminario Donc, se refiere a esta identificación con el modo de gozar sintomático que Lacan enunció bajo la modalidad de un “Tú eres eso… eso que es del orden del reconocimiento del ser, del ser de goce” [4] y que emerge bajo el estatuto del objeto a (objeto pulsional) como respuesta de lo real frente a la no relación sexual. Un eres eso que implica la destitución subjetiva al final del análisis. Frente a lo real hay un goce que no se deja negativizar, un resto que queda fuera de sentido. La identificación al síntoma, en el fin de análisis, apunta a lo real, es decir que se trata de una identificación que no enmascara la pulsión por el fantasma, sino que es una identificación que acoge lo pulsional.
Para abordar la cuestión de el reconocimiento “eres esto” como ser de goce que se produce en el final del análisis, retomaré principalmente la primera parte de “El sueño de la inyección de Irma” de Freud, que Lacan trabaja en su Seminario 2. Se trata de la escena donde Freud la lleva hacia la ventana y le hace abrir la boca. Lo que Freud, ve en el fondo del sueño al revisar la garganta de Irma es un espectáculo horroroso. “Ve al fondo de la misma, esos cornetes recubiertos por una membrana blancuzca… Esta boca muestra todas las significaciones de equivalencia, todas las condensaciones… Todo se mezcla y se asocia en esa imagen, desde la boca hasta el órgano sexual femenino… Es un descubrimiento horrible: la carne que jamás se ve, el fondo de las cosas… la carne de la que todo sale… la carne sufriente, informe, cuya forma por sí misma provoca angustia. Visión de angustia, identificación de angustia, última revelación del eres esto: Eres esto, que es lo más lejano de ti, lo más informe…” [5].
A lo largo del sueño de la inyección de Irma, Lacan va plasmando ese encuentro con lo real de Freud, “en el surgimiento de la imagen terrorífica, angustiante, verdadera cabeza de Medusa; en la revelación de algo hablando estrictamente, innombrable, el fondo de esa garganta de forma compleja, insituable, que hace de ella tanto el objeto primitivo por excelencia, el abismo del órgano femenino del que sale toda vida, como el pozo sin fondo de la boca por el que todos es engullido…aparición angustiante de una imagen que resume lo que podemos llamar revelación de lo real sin ninguna mediación posible, de lo real último, del objeto esencial…ante lo cual todas las palabras se detienen…, el objeto de angustia por excelencia” [6]. Lacan dice que si Freud no se despierta de este sueño antes del horror es porque “tiene agallas” [7] quiere saber. Este sueño le conduce hacia lo real. Pues, como dice Lacan, es un Freud que ha atravesado ese momento de angustia capital.
Finalmente, en la segunda parte del sueño surge la fórmula de la trimetilamina, la cual no sabemos de dónde viene. Ahí, dice Lacan, esta palabra no quiere decir nada, es la última palabra absurda del sueño. No podemos ir más lejos. El sueño, que culminó por primera vez en un espectáculo horroroso, topa por segunda vez al final con una fórmula escrita, que escribe una letra sin sentido.
Roberto Mazzuca se refiere a esa “identificación de angustia”, que tiene que ver con lo real. Y que, como señala Lacan, se debe a ese encuentro sin mediación con un real último, en el momento “en que el sujeto queda en relación con su ser… y se confronta… a lo que le concierne tan íntimamente que forma parte de él… La identificación de angustia no resulta de la pregunta ¿qué soy? Pero constituye una respuesta de lo real que equivale, en definitiva, a tú eres eso” [8]. Identificación de angustia, dice Lacan, última revelación del eres esto.
El sinthome, es un “eres esto”. Es lo que puede quedar en la última etapa del recorrido. El analizante al final del análisis se encuentra con eso de lo que estaba prisionero, confrontándose con ese resto. Se puede decir que estar advertido de ese real, de lo que singulariza la manera de gozar, permitirá al ser hablante saber hacer ahí con lo que queda, desenvolverse de otra manera, sin tanto enredo y sufrimiento. El final del análisis lacaniano apuesta por un modo de hacer frente a lo real, en lugar de eludirlo o rechazarlo.
[1] Miller, J.A. La angustia. Introducción al Seminario X de Jacques Lacan. Editorial Gredos, pág.. 84.
[2] Miller, J.A. El partenaire-síntoma. Editorial Paidós. Pág. 275
[3] Aromí, Anna. La angustia lacaniana, una angustia productiva. Revista Freudiana, nº 42, 2005, pág.65.
[4]Jacques-Alain Miller. Donc. La lógica de la cura. Editorial Paidós, pág. 380.
[5]Lacan, Jacques. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Editorial Paidós, pág. 235.
[6] Ibid., pág. 249
[7] Ibid., pág. 236
[8] Mazuca, Roberto. Las identificaciones en la 1ª parte de la obra de Lacan (1931-1959). Anuario de Investigaciones. Vol, XIV, 2007. Buenos Aires, pág. 79.
Rosa Ruiz Larzabal es psicoanalista en Donosti. Miembro de la ELP y AMP.