Se ha podido plantear que durante los primeros años de la enseñanza de Lacan, el abordaje tanto del síntoma como de la angustia se basaba en la apuesta de una resolución del síntoma por vía de lo simbólico. A partir del Seminario 7, sin embargo, “se vislumbra la definición de algo que no es significante y que se asimila al cuerpo como viviente”.[1] Se trata fundamentalmente de avanzar en lo que había sido ya situado como el impasse freudiano: la roca de la castración.
Al final del análisis freudiano siempre se encuentra la reivindicación fálica, mientras que Lacan con su objeto a trata de ir más allá de este límite. En este sentido el objeto a tiene una función de revelador porque se trata de pasar de la primacía de lo simbólico a la orientación hacia lo real.[2]
El Seminario 10 es la elaboración de una estructura de la falta que no es significante y que implica además un nuevo estatuto del cuerpo: no se trata ya del cuerpo simbolizado del estadio del espejo sino de un cuerpo afectado por la función del corte, de la separación. Hay algo que, en la constitución misma del sujeto que habla no es reabsorbible por medios simbólicos.
Será en su siguiente Seminario,[3] Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, donde ese objeto será radicalmente separado de la conceptualización previa. El pivote de la definición de la angustia ya no se ubica en la castración, sino en lo que ha sido concebido como lo más propio de la teoría lacaniana sobre la angustia: la separación, enmarcada en el par alienación-separación como operaciones fundantes del sujeto en su relación al Otro y al objeto. El objeto que era de algún modo invisible[4] en el Seminario 4, comienza a tornarse en una consistencia que Lacan llamara “su única invención”: el objeto a.
Más allá del principio del placer y del de realidad, indicando la proximidad del objeto en su estatuto real, la angustia es planteada por Lacan como siendo “lo que no engaña”:[5]
La angustia es ese corte que se abre y deja aparecer lo inesperado, la visita, la noticia, lo que expresa el término de presentimiento pero en tanto pre-sentimiento, lo que está antes del nacimiento de un sentimiento.
El establecimiento de la lógica del fantasma y la invención del objeto a permiten a Lacan separar definitivamente el registro de lo real del de la realidad, y la angustia aparece allí como operador fundamental: “la angustia es lo que permite el pasaje de la realidad a lo real”. El fantasma, marco o ventana que da forma y estabilidad a la “realidad” del sujeto, incluirá así su relación con ese objeto particular que contiene su modo de relación al Otro a la vez que su satisfacción pulsional a nivel del cuerpo.
Podemos decir, siguiendo a J.-A. Miller, que así como los sueños fueron, en el descubrimiento freudiano, la vía regia de acceso al inconsciente (al engaño constitutivo que instituye lo simbólico cuando captura y produce al sujeto dividido por su deseo), la angustia será en la teoría lacaniana, la vía regia de acceso a lo real, bajo la forma del objeto a.
Los desarrollos de Lacan a partir principalmente de su Seminario 20, constituyen lo que se ha llamado su “última enseñanza”, e introducen cambios significativos en el abordaje de muchas de las nociones psicoanalíticas fundamentales. Lacan ya ha desarrollado su teoría de los cuatro discursos, y la noción de síntoma se ha modificado a partir de la inclusión de nuevas referencias. Especialmente es el recurso a la topología de los nudos lo que indicará una vía novedosa de exploración de la angustia en la intersección de los tres registros –imaginario, simbólico y real- en el denominado “nudo borromeo”.[6]
La radicalidad respecto de la imposibilidad de alcanzar lo real por medio de la representación se vuelve aún más patente, y la angustia es ubicada por Lacan como el afecto primordial que señala para el ser humano este límite, esta imposibilidad de recubrir por completo lo real (especialmente lo real de su cuerpo como vivo, como sustancia gozante) por los medios del lenguaje y de la imagen.[7]
La articulación del sujeto del inconsciente y del goce será reconceptualizada de acuerdo con los impasses encontrados en la clínica y también con los cambios en la civilización. En 1974 Lacan definirá la angustia como “el síntoma tipo de todo acontecimiento de lo real”.[8] He aquí un camino por el cual la investigación sobre la elaboración lacaniana de la angustia puede continuar, en directa vinculación con términos que son propios de nuestra época.
[1] Miller, J.-A., La angustia lacaniana, p. 42.
[2] Aromi, A., “De la angustia freudiana a la angustia lacaniana”, Freudiana 53, p. 126.
[3] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p. 211-224.
[4] Cf. Miller, J.-A., op. cit.
[5] Lacan, J., EL Seminario, Libro 10, La angustia, p. 87.
[6] Cf. Lacan, J., El Seminario, Libro 22, RSI, inédito.
[7] Lacan, J., “La Tercera”, p. 102.
[8] Ibid., p. 87.
Florencia Fernández Coria Shanahan es psicoanalista en Dublín. AE, miembro de la NLS y de la AMP