Reseña 6

Fernandez Blanco, Manuel (2007) Lo viejo y lo nuevo de la angustia. El psicoanálisis nº11. La angustia. El afecto que no engaña. pp. 27-42

            En este artículo, Manuel Fernández Blanco trata de hacer una articulación de lo que es la estructura de la angustia en Freud y Lacan para luego dar un paso hacia lo que podríamos denominar la actualidad de la angustia.

            Freud comienza por situarla como consecuencia de un incremento de la tensión sexual por la ausencia o interrupción de la descarga sexual (un efecto tóxico ligado a un factor energético). En la misma época, estudiando la angustia fóbica, la encuentra enlazada al contenido de una representación o de una percepción determinadas, siendo la emergencia de ese contenido psíquico la condición principal para la de la angustia (paso del factor económico al dinámico). Formaliza la primera teoría de la angustia, apoyada en el esquema edípico: la ley provoca la represión y la represión de la libido se transforma en angustia. Por tanto, Eros-represión-angustia-fobia. Se establece una clara relación entre la amenaza de castración y angustia; aunque la prohibición cause la represión y se sitúe en un objeto exterior la causa de la angustia, esta siempre tiene como origen un peligro interno: la propia amenaza pulsional.

            A partir de su segunda tópica, va a modificar e invertir su teoría de la angustia, pasando ésta de ser efecto de la represión a ser su causa. En la segunda teoría de la angustia, ésta tienen su origen en un encuentro traumático con la sexualidad, con el Eros. Entonces: Eros-angustia-represión-fobia. Más allá de las modificaciones, Freud mantiene siempre que el peligro lo representa lo pulsional de cada uno, vivido como amenaza.

            Lacan abordará el tema de la angustia tomando como punto central la elaboración de Freud en el artículo de Lo Siniestro. Al contrario que Freud, para el que toda angustia es angustia de castración, angustia ante una perdida, Lacan la sitúa como la certeza de la presencia de algo irrepresentable. El objeto de la angustia es lo más irrepresentable de nosotros mismos viniendo del exterior. Lo que se presenta es el deseo del Otro, en doble sentido: un deseo que está en mi y que no puedo reconocer como propio y el deseo inconsciente del Otro fundamental para nosotros, el deseo particular que nos convocó a este mundo. Lo que angustia es saber que el Otro quiere algo de nosotros, saber que estamos concernidos por el deseo de ese Otro, pero sin saber exactamente en qué. La angustia aparece en ese momento de presencia de lo más intimo de cada uno viniendo del exterior, y que representa la proximidad mayor al objeto que el sujeto es para el Otro.

Lo siniestro se da cuando bajo lo deseable se ve un deseante. De algún modo, lo que el neurótico en general rechaza y quiere al mismo tiempo es ofrecerse él mismo en un sacrificio para garantizar la completud del Orto, el goce del Otro.

            En la última parte del artículo, tras citar y comentar algunos apuntes de Jacques-Alain Miller en relación al tema que nos ocupa (“El deseo del Otro angustia en tanto el sujeto se convierte él mimo en lo que colma al Otro, sin saber en qué lo atrae”), pasará a abordar algunas cuestiones de la actualidad de nuestra época en relación con el fenómeno de la angustia, bajo la tesis de que ésta toma una prevalencia epidémica en estos momentos debido al desfallecimiento de lo simbólico en nuestra civilización. Los sujetos actuales son ahistóricos, son sujetos más desconectados del inconsciente, entendido como la historia particular e ignorada de cada uno, que incluiría la deuda simbólica, heredada del padre. Una de las razones de la emergencia mayor de angustia en la actualidad es que la deuda queda abolida y ese “menos de culpa” se transforma en “más de angustia”.

Otra razón es que la globalización se acompaña de individuación, promoviendo una especie de “todos en lo mismo pero cada uno en lo suyo”. Así, la civilización actual obliga a los sujetos a inventarse su propia vida. Eso angustia porque abre a lo ilimitado, a lo no regulado, y angustia mucho más a sujetos menos preparados para los cambios, menos metonímicos, más metafóricos.

En este contexto, las formas actuales de la angustia aparecen sobretodo bajo la forma del pasaje al acto para huir de la angustia. Una de las consecuencias del declive de lo simbólico es que el tiempo de comprender se reduce o se elimina.

La angustia ya no es (tan) tratada vía la represión, lo que generaliza este tipo de clínica en detrimento de la clínica neurótica. En el momento actual, donde el fantasma puede presentarse en el vínculo social a cielo abierto, la represión cobra un estatuto diferente y el vínculo social se establece más claramente en base al fantasma de cada uno.

            Finaliza con un apunte sobre las repercusiones que esto está teniendo y tendrá sobre la política, que pasa de ser una política de los ideales a una gestión de la pluralidad de los goces.

            Podemos encontrar una versión de este artículo, actualizada a tiempos de pandemia en https://www.youtube.com/watch?v=T_J3lKsO3cA&t=92s

Pablo Cardona

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