Destello de Maribel Aranjuelo

Para este breve  comentario he partido de la  lectura de un  texto que Rosa López escribió en el eje de trabajo “ficción, discursos y delirios” para la  XXI Jornada de la ELP “Todo el mundo está en su mundo. Soluciones singulares”.

 El psicoanálisis que fundó Freud se sostuvo de la  realidad psíquica de cada uno. El punto de partida será el “en su mundo”. Cada uno construye su pequeño mundo y en él están las ensoñaciones, sueños, fantasma y demás. Todo ello nos lleva a pensar en la dificultad de compartir el mundo de cada uno con el mundo de los otros.

Rosa López  se refiere a un problema  al que se enfrenta el psicoanálisis: “Todos los términos del discurso analítico: el fantasma, el sueño, el delirio, la locura, el síntoma, colapsan en un encierro de cada uno en su mundo y en la imposibilidad de un mundo común”.1

Freud  planteó  cómo el sujeto, inmerso en su mundo y en su goce autoerótico, puede abandonar parcialmente esta posición para dirigir su libido al mundo exterior. El mundo que hoy habitamos parece que cada vez está más afectado por ese modo de funcionamiento y encontramos más impedimentos para estar en un mundo común. Lo que, en un tiempo podíamos pensar como una posición adolescente y  temporal se convierte en una posición general.

Recientemente me comentaba una paciente el malestar que le producía que con su pareja ya no se ponían de acuerdo ni para ir al cine. Su  pareja no quería salir del domicilio. Tenían varios canales de pago y varias televisiones por lo que él le planteaba que  cada viera sus series y entretenimientos según sus gustos. Curiosamente mi paciente tuvo el olvido de no renovar la suscripción a un canal de pago y esto motivó una interesante conversación en la pareja.

Hoy en día podemos pensar en la idea delirante de la conquista y del derecho  a gozar como  un acceso directo a la satisfacción vía el objeto.

La afirmación universal: “Todo el mundo es loco, es decir, es delirante”2  es precisamente el aspecto que, como analistas, tratamos de captar en la singularidad de cada analizante.

También considero  que sigue siendo necesario mantener una discriminación entre la locura universal del delirio y las psicosis.

El delirio es constitutivo de la estructura de la subjetividad pero la psicosis es otra cosa.

El analista tendrá que orientar su posición según se trate del delirio neurótico o psicótico. En el caso de la neurosis tratará de molestar las defensas y en el caso de la psicosis mantendrá la posición que mejor convenga para sostener la invención con la que el psicótico puede llegar a hacerse su mundo.

 Lacan insiste que entre  la locura de todos y la especificidad de la psicosis “no hay nada más propio del  parlêtre  que habitar en el delirio que la acción de la lengua determina. El analista, se plantea  la misión imposible de despertar a ese eterno soñante que es el ser hablante”.3

Y sabemos que no hay un despertar total, tal vez la apuesta por el deseo es lo que podemos pensar como cierto límite al adormecimiento.

1. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 342

2. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!” en Revista Lacaniana de psicoanálisis N° 11, Grama, Buenos Aires, 2011, p. 7.

3. Texto de presentación de la XI Conversación Clínica SCFBI por Rosa López | Antonio Múgica | Patricia Tassara

Maribel Aranjuelo, Psicoanalista en San Sebastián. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

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