¿Sueños, delirios y fantasías versus realidad ?
Si la presencia del psicoanálisis plantea desde sus comienzos una subversión del discurso de la época, es porque pondrá en cuestión conceptos relevantes del funcionamiento del aparato psíquico, anunciando que nadie queda eximido de su síntoma, del carácter sexual que en él anida y manifestando por tanto, que la normalidad es una ficción que responde a un ideal. Su realidad es la realidad psíquica, esa realidad ¿delirante? que ayuda a sobrellevar la vida.
El concepto de realidad psíquica adquiere todo su valor, mostrando que para el sujeto neurótico el papel predominante reside en la ficción que el sujeto construye , más que en la realidad misma.
Dos términos, normalidad y realidad que se ubican para el psicoanálisis, en el extremo opuesto de otros discursos.
Sabemos que el termino realidad es un concepto de fundamental importancia para la ciencia y para las psicologías que se adscriben a la tendencia de lo objetivable y que hacen de esa realidad objetiva el estandarte que coronaría el reino de la normalidad. Así la noción de adaptabilidad cobraría un lugar preponderante, ahí donde el psicoanálisis denuncia un imposible, que no es otro que un desajuste estructural en todo psiquismo humano.
Si ningún sujeto es normal, es porque está afectado por el lenguaje, eso rompe el programa del instinto. Si hay un movimiento que lleve al sujeto a “adaptarse” al mundo será siempre por las exigencias internas, exigencias de un goce, aquel que responderá al principio del placer.
Sueños, delirios y fantasías se enmarcarían en esa franja que deviene realidad psíquica, dependientes del proceso primario.
J. A.Miller dedica tres capítulos en su libro Causa y consentimiento al análisis del texto freudiano: “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico” . Allí, irá desmenuzando paso a paso, la tendencia a la búsqueda del placer del aparato psíquico, siendo tan solo el principio de realidad, otro medio de satisfacción. Lejos estaría la adaptabilidad del sujeto a ella. Así el sujeto freudiano nos dice J.A. Miller “no se consagra al mundo, se consagra al goce”.[1]
El principio de realidad entonces, será una continuación del principio de placer, por otros derroteros, pero al servicio de preservar un goce que no alcanzaría a consumarse vía la alucinación. Así la realidad exterior se introduce para producir una satisfacción, con lo cual no deja de señalarnos su conexión directa con el principio de placer.
La relación del psiquismo a la realidad es siempre bajo la forma de evitación, y lo que empuja a producir este encuentro nos lo dice Freud de manera muy clara, son las exigencias de las necesidades internas, que al no ser satisfechas vía la alucinación revierten en el principio de realidad que empuja a desactivar el estado de displacer.
Lo que interesa destacar aquí es que para que este mecanismo se produzca, tiene que haber una pérdida de goce y su intento por recuperarlo vía la realidad; para ello un efecto de castración se debe haber producido, y por tanto ya nada será de la misma manera.
Lo que queda claro, que no es la realidad exterior lo que nos hace abrir los ojos, sino las exigencias internas, pues nuestra tendencia es la de seguir durmiendo.
El sueño, la alucinación y la fantasía son por tanto mecanismos para continuar en la dirección de no despertar.
El fantasma sería una forma de mantener el circuito de goce en plena forma, aunque bajo el auspicio del objeto a, extraído de ese movimiento que ha implicado en muchos casos, dirigirse al mundo exterior, en tanto que alberga a un Otro, pero sin olvidarnos que en ultima instancia, para seguir soñando, para mantener el circuito de satisfacción; lo que no es otra cosa que una prolongación del principio del placer; por ello para Lacan la realidad es propiamente el fantasma.
Muy lejos entonces, de un cambio de paradigma. La realidad pertenece a su misma jurisdicción; nada que esperar entonces de ella en tanto orientación de la clínica.
Mejor dejarse orientar por lo que hace síntoma , esa porción de real que ayuda a despertar un poco, aunque más no sea de manera fugaz; suficiente para ser soportable.
[1] Miller J.A, Causa y consentimiento, Paidós, 2019, Cap. XX, p. 356
Ruth Pinkasz es Psicoanalista en Alicante. Miembro de la Escuela Lacaniana de psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).