Cita 12

“El problema de la psicosis sería sencillo y trasparente si el desasimiento del yo respecto de la realidad objetiva pudiera consumarse sin dejar rastros. Pero, al parecer, esto sólo ocurre rara vez, quizá nunca. Aun en el caso de estados que se han distanciado tanto de la realidad efectiva del mundo exterior como ocurre en una confusión alucinatoria (amentia), uno se entera, por la comunicación de los enfermos tras su restablecimiento, de que en un rincón de su alma, según su propia expresión, se escondía en aquel tiempo una persona normal, la cual, como un observador no participante, dejaba pasearse frente a sí al espectro de la enfermedad. No sé si sería lícito suponer que es así en general, pero puedo informar algo semejante sobre otras psicosis de trayectoria menos tormentosa. Me viene a la memoria un caso de paranoia crónica en el que, tras cada ataque de celos, un sueño anoticiaba al analista sobre su ocasión, figurándola de una manera correcta y por entero exenta de delirio. Así resultaba una interesante oposición: si de ordinario colegimos a partir de los sueños del neurótico los celos ajenos a su vida de vigilia, aquí, en el psicótico, el delirio que lo gobernaba durante el día era rectificado mediante el sueño. Probablemente tengamos derecho a conjeturar, con universal validez, que lo sobrevenido en tales casos es una escisión psíquica. Se forman dos posturas psíquicas en vez de una postura única: la que toma en cuenta la realidad objetiva, la normal, y otra que bajo el influjo de lo pulsional desase al yo de la realidad. Las dos coexisten una junto a la otra. El desenlace depende de la fuerza relativa de ambas. Si la segunda es o deviene la más poderosa, está dada la condición de la psicosis. Si la proporción se invierte, el resultado es una curación aparente de la enfermedad delirante. Pero en la realidad efectiva ella sólo se ha retirado a lo inconsciente, así como de numerosas observaciones no se puede menos que inferir que el delirio estaba formado y listo desde largo tiempo atrás, antes de advenir a la irrupción manifiesta”

Freud, S (1937) Esquema del psicoanálisis. En Amorrortu, Buenos Aires, 1992. Tomo XXIII. P 203-204

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