Cita 38

“Los lobos eran totalmente blancos y parecían más bien como unos zorros o perros ovejeros, pues tenían grandes rabos como zorros y sus orejas tiesas como de perros al acecho. Presa de gran angustia, evidentemente de ser devorado por los lobos, rompo a gritar y despierto. Mi aya se precipita a mi cama para averiguar qué me había ocurrido. Pasó largo rato hasta convencerme de que sólo había sido un sueño, tan natural y nítida se me había aparecido la imagen de cómo la ventana se abre y los lobos están sentados sobre el árbol. Por fin me tranquilicé, me sentí como librado de un peligro y torné a dormirme. En el sueño, la única acción fue el abrirse la ventana, pues los lobos estaban sentados totalmente tranquilos y sin hacer movimiento alguno sobre las ramas del árbol, a derecha e izquierda del tronco, y me miraban. Parecía como si hubieran dirigido a mí toda su atención. — Creo que este fue mi primer sueño de angustia. Tenía tres, cuatro, a lo sumo cinco años. Desde entonces, y hasta los once o doce años, siempre tuve angustia de ver algo terrible en sueños». Además, realizó un dibujo del árbol con los lobos, confirmatorio de su descripción. El análisis del sueño trae a la luz el siguiente material. El siempre puso este sueño en relación con el recuerdo de que en esos años de su infancia mostraba una angustia intensísima ante la imagen de un lobo figurada en un libro de cuentos tradicionales”.

Freud, S. (1913). Materiales del cuento tradicional en los sueños. Obras Completas. Vol.XII. Buenos Aires: Amorrortu Editores. P.300.

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