“El enfermo ha sustraído de las personas de su entorno, y del mundo exterior en general, la investidura libidinal que hasta entonces les había dirigido; con ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él, y tiene que explicarlo, mediante una racionalización secundaria, como cosa «de milagro, improvisada de apuro». El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior; su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor. Tras la maldición con la que Fausto reniega del mundo, el coro de espíritus canta:
«¡Ay! ¡Ay!
¡Has destruido
con puño poderoso
este bello mundo!
¡Se hunde, se despeña!
¡Un semidiós lo ha hecho pedazos!
¡Más potente
para los hijos de la Tierra,
más espléndido,
reconstrúyelo,
dentro de tu pecho reconstrúyelo!»[1].
Y el paranoico lo reconstruye, claro que no más espléndido, pero al menos de tal suerte que pueda volver a vivir dentro de él. Lo edifica de nuevo mediante el trabajo de su delirio. Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante, es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción.” (p.65)
Freud, S. (1911 [1910]). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. Obras completas Volumen XII. Amorrortu Editores.