Distinciones
“Como nos auto-engañamos…”, dijo en una entrevista, con motivo del estreno de la película que narra su largo secuestro en Siria, el periodista Marc Marginedas. Relataba que durante es episodio terrible él iba interpretando indicios absurdos para poder pensar que lo que estaba ocurriendo terminaría pronto y saldría de allí con vida. Al término de dicha entrevista su interlocutor admitió sentirse tocado por esa afirmación: “nos auto-engañamos”. Es conocido que este presentador había tenido que superar un cáncer no hacía mucho. Para Marcel Proust, “los hechos no penetran en el mundo donde viven nuestras creencias, y como no les dieron vida no las pueden matar; pueden estar desmintiéndolas constantemente sin debilitarlas”.[1] Ante lo real, que si lo es se presenta como imposible de soportar, cada uno se acerca como puede, bajo la forma del sueño, la fantasía o el delirio, que son modos de tratar eso real, evitándolo, metaforizándolo, asiéndolo para alojarlo en el objeto (a) del fantasma, cual “grano de arena que el molusco ha envuelto con capas de madreperla”, o bien, reinventándolo en un nuevo y precario orden.[2]
En “Delirios y sueños en la Gradiva de W. Jensen”, Freud, en su lucha porque la ciencia admitiera en su seno el conflicto entre las mociones eróticas y la fuerza de la represión en el psiquismo, asimilaba el delirio a la fantasía basándose en el trabajo del sueño.[3] Asimilación bien distinta del aforismo lacaniano: “Todo el mundo es loco, es decir, delirante”,[4] y esta distinción bien podría ser el trabajo que se propone en esta ocasión. Distinción también entre los mecanismos del sueño como realización del deseo, los del delirio como construcción y la lógica del fantasma.
Una conversación clínica tiene la virtud de poner a cielo abierto no sólo lo que el relato del caso provee sino que también propone al analista dar cuenta de su lugar en la transferencia al acompañar al sujeto en su recorrido por aquellos mojones que marcan la emergencia de eso real, soñado, fantaseado, o bien, reconstruido en el delirio. Y esto es así porque: “El goce es lo que de la libido es real. Es el producto de un encuentro azaroso del cuerpo y del significante. Ese encuentro mortifica el cuerpo, pero también recorta una parcela de carne cuya palpitación anima todo el universo mental. El universo mental no hace sino refractar indefinidamente la carne palpitante a partir de las más carnavalescas maneras y también la dilata hasta proporcionarle la forma articulada de esa ficción mayor que llamamos el campo del Otro.”[5]
[1] Proust, M., “Por el camino de Swan”, En busca del tiempo perdido, Vol. 1.
[2] Freud, S., “Fragmento de un análisis de un caso de histeria (Dora)”, en Obras Completas, Vol. VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1996, p. 73.
[3] Freud, S., “El delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen”, en O. C., Vol. IX, op.cit., pp. 7-79.
[4] Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 331
[5] Miller, J.-A., “Conferencia de clausura PIPOL 5”, en El Psicoanálisis Nº 20, Noviembre 2011, p. 15.
Rosalba Zaidel «Analista Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis
Colaboradora del Instituto del Campo Freudiano (Barcelona)»
Rosalba Zaidel, Analista Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis
Colaboradora del Instituto del Campo Freudiano (Barcelona)